DESCRIPCIÓN DE LA MÁQUINA NEUMÁTICA DE BOYLE en un manuscrito elaborado por un monje del monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil.


Se trata de un libro manuscrito del siglo XVIII encuadernado en pergamino, tamaño en cuarto, conservado actualmente en los fondos de la biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela, bajo la signatura Ms 437 y que lleva por título: Philosophicus cursus rationalis et naturalis [Manuscrito] / a R.P.M. F. Ferdinando Guimil ; exaratae...F.Petro a Rico. El texto reúne varias obras sobre la filosofía de Aristóteles y podría ser fruto de las clases impartidas por el monje fr. Fernando Güimil en el monasterio de S. Esteban de Ribas de Sil hacia 1761, fecha que aparece reflejada en una de las páginas del documento. Por entonces era abad de Sato Esteban el padre fr. Pedro Arias Teixeiro, hermano de Anselmo y Antonio Arias Teixeiro, ambos, seguidores de las doctrinas lulistas desde una óptica alquimista y sobre los cuales he colgado varios artículos en este mismo blog. Güimil, natural de Cambados, llegaría a ser abad del monasterio de S. Xoán de Poio entre 1781-1785.
             Aspecto del plano dibujado tal como aparece en el manuscrito del siglo XVIII

A lo largo del siglo XVIII el monasterio de Santo Estevo servía como Colegio de Artes y Filosofía dentro de la orden benedictina, tal como se puede leer en la última página del manuscrito que aquí presento:

Anno praedictoq. die mane circa hora nonam finitus est cursus amantissimi P.M.F. Ferdinandi Gumil, quem ego, minimus ejus discipulus P.F.Petrus Rico monachus regalis monasterij Sti. Benedicti Vallisoletani in hoc Collegio Sn Stephani Ripa Silensis exaravi, ipsumq. nunc cedo in laudem, honorem et gloriam omnipotentis Dei (…).

Se trata de uno de los más importantes monasterios benedictinos dentro del ámbito geográfico de la Ribeira Sacra, situado en la margen izquierda del Sil, en el municipio orensano de Nogueira de Ramuín y que en la actualidad forma parte de la red de Paradores Nacionales. Fundado en el año 921 en el entorno de un cruce de caminos que comunicaban ambas márgenes del Sil por medio de un sistema de barcas (Barca de Silva y Barca de Pombeiro), dispuso tradicionalmente de una alberguería para dar atención a los caminantes, pobres y peregrinos que transitaban aquellas tierras solitarias, transformada actualmente en una pequeña aldea situada a pocos kilómetros del cenobio. Dada su actividad escolar la comunidad de monjes fue numerosa y a ella prestaba atención sanitaria la correspondiente botica asistida por un médico contratado y varios cirujanos.

El texto manuscrito, que forma parte de una obra mayor de carácter filosófico, es la transcripción literal de uno de los capítulos del Discurso Nono, del tomo V del Theatro Crítico Universal del benedictino fr. Benito Jerónimo Feijoo. No entiendo la necesidad de fr. Fernando Güimil de copiar a mano este capítulo de una de las obras más conocidas y divulgadas en nuestro país a lo largo del siglo XVIII, como fue el Teatro Crítico y las Cartas Eruditas, de la cual algunos monasterios disponían de varias ediciones, como debió ser el caso de Santo Estevo, dada su condición de Colegio de Artes. En cualquier caso, el monje transcribió este capítulo a mano, lo cual nos debe hacer recapacitar acerca del nivel científico de aquella comunidad monástica, no ajena, por tanto, a los avances científicos de la época.


Portada del manuscrito, que lleva por título, Philosophicus cursus rationalis et naturalis.

Llama particularmente la atención la calidad de la composición del  texto, encuadernado en pergamino y profusamente decorado, con gran delicadeza y detalle como se puede apreciar en las fotos adjuntas en las que incluyo también el dibujo que el autor hace de la máquina o bomba neumática, copia del grabado original que aparece en la edición del padre Feijoo, basado, a su vez, en los estudios científicos desarrollados por Robert Boyle (1627 – 1691) y que dieron lugar al desarrollo de la conocida Ley de Boyle, que hace referencia al volumen que ocupa un gas en relación a la presión con la que es comprimido. Podemos pensar, quizá, que algún monje de este monasterio trató de poner en práctica las teorías de Boyle pero, tal y como apuntaba más arriba, posiblemente tuviera a su disposición alguno de los ejemplares existentes en la biblioteca monástica, sin necesidad de recurrir a esta copia manuscrita.

Transcribo a continuación el texto completo tal y como aparece en el manuscrito original:  

 Aspecto de la magnífica decoración a mano en las primeras páginas del texto.

Consta principalmente la máquina de dos vasos o piezas huecas, denotada la de arriba por A, a quien se da el nombre de Recipiente; es de vidrio. Hácese comúnmente de capacidad para recibir 5.00 libras de agua y de bastante puesto para que en su manejo no se quiebre. Déjasele en la parte superior una abertura en redondo, cuyo diámetro es de 4 dedos atravesados, terminando por allí el recipiente en un género de labio sobre quien se asienta un anillo de metal, BC, que le cubre y ciñe así por la parte interior como por la exterior, conglutinándose fuertemente el anillo de metal al labio del recipiente, con la composición que para ello pareciere más apta. Al anillo se ajusta la cubierta con que se cierra la abertura del recipiente, la cual también es de metal. Y en el centro de la cubierta se abre un agujero de diámetro de medio dedo, a quien se ajusta la llave con el tornillo D. Comunícase el vaso superior con el inferior por el canal o garganta E, la cual, asimismo, es de metal y a éste se ajusta la llave con el tornillo F, que debe llenar todo el hueco de la garganta, de modo que cuando se cierre impida totalmente el tránsito del aire de un vaso a otro. Esta garganta se une y conglutina así al recipiente como al vaso inferior para lo cual se usa de la mixtura de pez, resina y ceniza.

El vaso inferior denotado por G, a quien llaman Antlia Es de metal; ajústase exactamente a su concavidad el émbolo, que es un cilindro de madera, el cual está unido a la barra de hierro dentada, H y se sube y baja ocupando y desocupando la cavidad de la antlia mediante el manubrio L que, revolviendo el piñón M sobre los dientes de la barra, ya hacia arriba, ya hacia abajo hace subir o bajar el émbolo según conviene. Hacia la parte superior de la antlia hay un agujero a quien se ajusta exactamente el hierro N, de modo que de la parte de afuera se pueda introducir y sacarse para el fin que abajo se dirá. Todo lo demás que se ve en la figura desde el anillo O abajo son estribos para sustentar la máquina. El émbolo o cilindro de madera se viste de cuero, dejando la cara más lisa hacia afuera, la cual se baña de aceite. Esto se hace a fin de que el aceite llene todas las rendijas, por sutiles que sean, que quedan entre el émbolo y la superficie cóncava de la antlia porque ningún aire pueda entrar por ellas.
Detalle de una de las páginas del manuscrito, con filigranas de gran belleza. 

El uso es como se sigue:

Éntrase lo primero en el recipiente por la abertura de arriba cualquiera cosa con que se quiere hacer algún experimento, como un ave o una sabandija para ver cuánto vive después de evacuado el aire, o una flor, para ver lo que se conserva o una candela encendida, para ver lo que dura o el barómetro, para ver cuánto y por qué grados baja le mercurio, etc. Ciérrase luego el recipiente, no sólo por la parte de arriba, más también por la inferior introduciendo el tornillo F que quite la comunicación del recipiente con la antlia. Ábrese el agujero de ésta sacando el hierro N y se empieza la obra de la evacuación subiendo con el manubrio el émbolo a ocupar toda la cavidad de la antlia, con lo cual expele por el agujero N todo el aire que había en ella.
Hecho esto se cierra el agujero N y aflojado el tornillo F se baja el émbolo, desocupando la concavidad de la antlia. Ya se echa de ver que aflojado el tornillo F se abre la comunicación entre el recipiente y la antlia, de lo cual resulta, necesariamente, que parte del aire que había en el recipiente pasa a la antlia, al paso que se va bajando el émbolo. Aquel descenso del aire no depende de su solicitud para impedir vacío que quedaría en la antlia después de bajado el émbolo, como pensara algún Philósopho vulgar, sino de que estando sumamente compreso, como lo está todo el aire de aquí abajo y, pidiendo por su elasticidad ocupar incomparablemente mayor espacio del que ocupa, como ya tenemos explicado, se extiende hacia la cavidad de la antlia donde no haya resistencia alguna porque el aire que había se expelió de ella y el émbolo se retira.
Ya que se bajó el émbolo hasta el orificio inferior de la antlia vuelve a cerrarse la comunicación  entre ella y el recipiente con el tornillo F, ábrese el agujero N y, de nuevo, se sube el émbolo para expeler el aire que bajó del recipiente a la antlia. Ciérrase inmediatamente el agujero N, aflójase el tornillo F, bájase el émbolo y baja nueva porción de aire del recipiente a la antlia. Esta misma operación se repite muchas veces hasta que el recipiente se evacua enteramente o casi enteramente de aire, lo cual sucede cuando llega a experimentarse una gran dificultad en bajar el émbolo y es menester aplicar grandísima fuerza para atraerle, porque entonces el aire externo obra contra él con toda su fuerza elástica sin que en la cavidad de la máquina haya aire que resista aquella fuerza porque si queda alguno es poquísimo y éste extremadamente enrarecido, con lo que perdió su elasticidad. Si, después de evacuado el aire, se quiere mantener la máquina en aquel estado por algún tiempo se aserran todas las junturas por donde pudiese entrar alguna porción de aire con cera u otra pasta glutinosa, lo que, respecto de la cubierta del recipiente debe estar hecho antes de empezar la evacuación.
                                                                   DR. MIGUEL ÁLVAREZ SOAJE

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