COMPOSICIÓN DEL BOTAMEN FARMACÉUTICO CONSERVADO EN EL MONASTERIO DE STA MARIA LA REAL DE OSEIRA
El texto que presento a continuación forma parte del artículo que sobre la
botica del monasterio de Oseira publiqué en 2017 en la revista Ágora do
Orcellón, perteneciente al Instituto de Estudios Carballiñeses. El lector
interesado en conocer más sobre la historia de aquella botica puede, por tanto,
leer el artículo completo, con los análisis e interpretaciones de todos los
contenidos, en aquella revista.
Actualmente,
el botamen de Sargadelos conservado en el museo de botica del monasterio de
Oseira está compuesto por 37 piezas que fueron cedidas en depósito por la Deputación de Ourense procedentes, a su
vez, del Hospital Provincial Santa María Madre, adonde parecen haber llegado
desde el antiguo Hospital de San Roque. El conjunto de
botes se conservó en varias dependencias hasta su exposición pública en la
recreación de la antigua botica monástica inaugurada en 2009.
Fachada de la iglesia de Oseira
He llevado
a cabo una primera inspección ocular del contenido de los tarros, observando
que contienen diversas sustancias que aparecen todavía en sus primitivos
envoltorios de papel, aunque otras, principalmente raíces y cortezas, presentan
alteraciones provocadas por la carcoma y el paso del tiempo, lo que ha reducido
su contenido a un fino polvo. Por otro lado, varias resinas y gomas aparecen
solidificadas y adheridas a las paredes de los tarros, alguno de los cuales
padece infiltraciones del contenido en la masa cerámica de sus paredes.
Resulta
significativo que algunos tarros están prácticamente llenos, constatando que
todos contienen una única sustancia en su interior. Una vez realizada la
primera inspección ocular se procedió a una toma de muestras para su posterior
análisis en el CACTI de la Universidad de Vigo.
La hospitalidad monástica responde a la consigna de la
ayuda al necesitado (caminante o vecino) que recoge la Regla de San Benito[1]
en su capítulo XXXVI y fue una práctica llevada a cabo ininterrumpidamente
durante siglos en albergues y hospitales monásticos. Por otro lado, son abundantes los restos de materiales
(piezas, inventarios, locales…) en monasterios como San Martín Pinario, Samos,
Oseira y Celanova o las propias boticas de Silos, Santa
María la Real de Nájera o la Real Cartuja de Valldemossa. A lo largo de la
historia miles de peregrinos se beneficiaron secularmente de la atención sanitaria
prestada por aquellos monasterios e instituciones públicas y privadas situados
a lo largo de la Ruta Jacobea, ya fuesen hospitales, albergues, enfermerías o
directamente desde sus boticas.
Por regla general, en los monasterios europeos la
botica monástica se localiza en la zona de la portería y ya a finales del siglo
XVIII, incluso dispone de una ventana al exterior para la dispensación de
medicamentos a la población y, en ocasiones, el monje boticario vivía en un
pequeño cuarto adyacente a la pieza de la botica para poder atender el servicio
de botica en todo momento. La época de mayor esplendor para las boticas
monásticas la podemos situar desde el siglo XVII, todo el siglo XVIII hasta
principios del XIX. Con todo, apenas podemos encontrar diferencias entre
boticas monacales y seglares ya que el patrón por el que se regían era común a
ambos modelos, aunque las monásticas alcanzaron mayores dimensiones y sus
botámenes llegaron a ser auténticas obras de arte.
A finales del siglo XVII en Oseira se instala la botica
promovida por el abad Peralta, que fue en su momento una de las mejores boticas
de nuestro país, a pesar de que la abadía disponía de hospital y enfermería
desde hacía siglos. En cuanto a su localización en el recinto monástico podemos
especular que debió estar instalada en varios puntos en el transcurso de los
siglos.
Imagen del paño este del monasterio.
A pesar de que la localización de nuestro
monasterio parece alejada de la conocida actualmente como vía de la plata, numerosos peregrinos optaron por recalar en Oseira
a lo largo de los siglos y allí recibieron atención espiritual y sanitaria, como
nos indica el Tumbo de Oseira en los
siguientes términos al referirse a la hospedería de peregrinos, instalada en el
siglo XVIII por el abad fr. Luis Bernardo de Nava (1738-41):
… el hospicio que se halla a la derecha cuando se sale
(…) para el hospedaje de peregrinos y pasajeros que, de diversas provincias
transitan por este Monasterio a visitar al Santo Apóstol y Señor Santiago de
Compostela.
De la hospedería se dice en el mismo documento que
… fue obra muy especial para la
conveniencia de los mismos pasajeros (a quienes se les da el substento
necesario) con la qual se graduó más y esta Comunidad de charitativa,
estendiéndose este heroico hecho por los más dilatados Reynos y provincias
En cuanto al utillaje de la botica, debemos pensar en la
existencia de numerosas piezas, como balanzas tamices, retortas, pildoreros,
pesas, espumaderas, baños filtros, embudos, matraces prensas para exprimir, etc. Además, disponía de un almacén de plantas y flores contenidas en
un conjunto de más de 100 redomas de vidrio, 36 botes de vidrio grandes, 76
botes de vidrio pequeños y un botamen de 78 piezas de color azul, 7 orzas
también azuladas, 11 cántaros y 72 cajones con estanterías. Apenas quedan restos del botamen original de Oseira,
exceptuando cuatro piezas (dos albarelos, una orza y un ánfora fabricados en
Portugal, quizá, a mediados del siglo XVII) conservadas en el Museo
Arqueológico de Ourense, otras tres piezas (un albarelo y un pildorero de
Sargadelos y una orza talaverana) en el Museo de Pontevedra y una pieza
(albarelo de Sargadelos) en el Museo de Lugo.
En cuanto a la
localización de esta botica nada cierto sabemos por ahora, pero la podemos
suponer similar al de otras grandes abadías de la época. Debió tener una
distribución similar a otros monasterios gallegos, respondiendo a un “patrón”
establecido en las abadías cistercienses, que destacaba por su doble carácter,
tanto público como privado y, por ello, a lo largo del siglo XVIII y hasta la
exclaustración, el local debía situarse próximo a la portería, comunicado con
el exterior por medio de una puerta o ventana[2], sin que
hasta el momento dispongamos de datos que avalen esta suposición. Entiendo que
la vieja botica estuvo instalada hasta mediados del siglo XVIII en el
interior del monasterio, quizá en lo que es hoy el ala oeste del claustro de
Caballeros para ser trasladada a otro local de ese claustro, que estaba siendo
construido en aquellos años, acabando, posiblemente, en el local que actualmente
ocupa la tienda monástica para facilitar la comunicación con el exterior; unas
características que presenta también la botica del monasterio de Sobrado, es
decir, en comunicación con la clausura del monasterio y, a la vez, en contacto
directo con el exterior.
El informe de Pascual
Madoz, a mediados del siglo XIX describe la enorme finca del monasterio de
Oseira, indicando que contaba entonces con unos diez mil árboles, como robles,
pinos, castaños y nogales. Al exterior del recinto monástico, en la plaza,
refiere la existencia de una casa para escuela de primeras letras, otra para el
juez, escribano, médico, cirujano y una última que hacia las funciones de
cárcel. Señala, además, la existencia de una extensa huerta con árboles
frutales de todas las clases, dividida en dos terrazas comunicadas por sendas
escalinatas de piedra. Un entorno que debía ser realmente espectacular.
Como dato de gran interés para la historia de Oseira, Madoz señala que,
desde la “botica de los monjes”, se suministraban las medicinas necesarias a
los “dependientes” del monasterio (en el momento de la exclaustración, finales
de octubre de 1835, contaba Oseira con 80 monjes), a los peregrinos y a los
pobres de solemnidad de la feligresía. Además, refiere la existencia de una
casa destinada a hospedaje y alimento de peregrinos, los cuales podían
permanecer en ella por espacio de tres días.
EL BOTAMEN DE OSEIRA
Apenas cuatro
ejemplares es lo que se conserva[3] del primitivo
botamen de la botica monástica. A pesar de que los pocos estudios que se han llevado a
cabo sobre estas piezas las definen como de origen talaverano y del siglo
XVIII, pensamos que sería más oportuno buscar sus orígenes en los alfares
portugueses del siglo XVII ya que observamos grandes semejanzas entre estos
ejemplares y ciertas piezas de cerámica portuguesa con influencias estilísticas
orientales, con una clara correspondencia estilística entre las piezas de Oseira
y las propias portuguesas datadas entre el segundo y tercer cuarto del siglo
XVII. Quizá una de las piezas del Museo Arqueológico de Ourense, un albarelo
decorado con hojas de acanto, podríamos fecharlo hacia el tercer cuarto, pero
todos ellos fabricados en alfares lisboetas.
El botamen de Sargadelos.
Un segundo
conjunto, formado por 37 albarelos del siglo XIX es el que se encuentra
actualmente en depósito en el monasterio de Oseira procedente de la Deputación
Provincial de Ourense. ¿Cuál es el origen de estas
piezas? Los datos disponibles son contradictorios y escasos aunque es opinión
generalizada en aquella Institución que el botamen procede de la antigua botica
de Oseira desaparecida tras la Desamortización del siglo XIX. Existen otros
ejemplares de similares características a las del conjunto de Oseira en el
Museo de Pontevedra y dos o tres más en el Museo
Provincial de Lugo pero el conjunto más numeroso que he localizado
pertenece a los descendientes de la titular de una farmacia de Lugo y está
formado por 23 piezas (16 tarros grandes y 7 pequeños), con la misma decoración
que los de Oseira pero sin pintar. Al parecer, al realizar en 1971 un
inventario de bienes en dependencias de la Diputación Provincial de Ourense
apareció la colección en la farmacia de este Hospital y fue esta Institución la
que la cedió en depósito a la comunidad de Oseira algunos años después.
El conjunto de
Sargadelos estaría fechado entre los años 1807 y 1820, caracterizándose por su
forma de cacahuete con un pequeño escudo central de fondo azul, lo cual
responde a una primera fase o época de fabricación (1806-1832) en que se
elaboraron piezas farmacéuticas bajo la denominación de “cream ware”, de
influencia inglesa, caracterizada por un color blanco crema y vidriado
transparente. Podemos pensar que, tras la primera desamortización de
1821, el estado de la botica hiciese necesaria la adquisición de un nuevo
botamen de forma urgente, por lo que las piezas no llevarían referencias a la
abadía en su frontal. Por la marca que aparece en la cara inferior de estos
botes (una S) podemos datarlos en la primera época de la fábrica de Sargadelos
(1806-1832), tal como acabo de comentar.
Concluyo, pues, este apartado destacando el conjunto de informaciones y
datos contradictorios sobre la procedencia del botamen de Sargadelos conservado
en Oseira, apuntando la posibilidad de que se deba a una adquisición particular
(compra o donación) del monje boticario exclaustrado, fr. Antonio Benito Pérez.
Tal y como
vengo comentando a lo largo de este artículo, treinta y cinco botes de la
colección de Sargadelos todavía contienen restos de drogas (plantas, raíces y
otras sustancias semisólidas) que por su aspecto, y en una primera inspección
ocular, parecen tener una antigüedad similar a la de los propios tarros. Algunas
de ellas se presentan con sus envoltorios de papel originales, aunque el estado
de todas ellas no es el más adecuado para su correcta identificación ocular.
Los resultados
que puedan arrojar los análisis de las muestras extraídas de los tarros podrán
aportar, en su día, nuevos datos en relación a la terapéutica del siglo XIX;
entre tanto, entendemos que los remedios que presentaba estaba antigua botica
en el siglo XIX pueden ser considerados un tanto anacrónicos en una farmacia de
la época ya que, en su gran mayoría aparecen descritos en obras de la centuria
precedente. Sin embargo, muchos de ellos están descritos en la sexta edición de
la Farmacopea Oficial Española (1884), lo cual nos debe hacer reflexionar sobre
la idea de que, aun a finales del siglo XIX estos remedios terapéuticos gozaban
de un reconocimiento oficial que avala su presencia en una botica modesta, como
pudo ser la que sobrevivió a la exclaustración del monasterio de Oseira,
partiendo del hecho de que no tenemos constancia real de la existencia de este
botamen en aquella oficina. Se echan de menos otros remedios de naturaleza
química que aparecían ya en farmacopeas de la época y que respondían a una
terapéutica de base científica más sólida. Sin embargo, debemos atender a las
características históricas de la botica de Oseira a mediados del siglo XIX,
tras sufrir dos desamortizaciones en un espacio de tiempo de quince años, con
una importante carencia de medios y de personal adecuados. Posiblemente, como
botica rural, éstos y otros remedios no constatados en este artículo serían
suficientes para atender las necesidades de la aldea de Oseira y su entorno más
inmediato hasta el fallecimiento del boticario exclaustrado.
De los 37
tarros conservados, dos no ostentan texto alguno pero los 35 restantes deberían
aparecer en el inventario oficial de 1821, si acaso el conjunto de tarros se
encontraba en aquella botica. Sin embargo, de los 35 tarros con cartela o texto,
únicamente 23 de ellos aparecen referenciados en aquel inventario y ello con
ciertas reservas acerca de cuatro o cinco ejemplares, cuya interpretación es
dudosa. Por tanto, entre doce y dieciséis tarros no aparecen recogidos en aquel
primer inventario, lo cual me lleva a suponer que el conjunto de botes de
Sargadelos actualmente expuesto en la botica de Oseira no perteneció a aquella
botica, al menos hasta la primera exclaustración de 1821.
Dr. Miguel Alvarez Soaje
Dr. Miguel Alvarez Soaje
[2] Recordemos que la fachada primitiva del
monasterio estaba situada conforme a la disposición habitual, es decir, a
occidente del claustro de medallones, en lo que es hoy el ala éste del claustro
de Caballeros, un ramal construido en la segunda década del siglo XVII. Si la
botica estuvo próxima a la portería cuando la instalo el abad Peralta (finales
del siglo XVII) estaría en ese ala del claustro, es decir, muy próxima a donde
hoy se encuentra su reconstrucción. Téngase en cuenta que el resto del claustro
de Caballeros es obra del siglo XVIII.
[3] Conservadas en el Museo Arqueolóxico de
Ourense.
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