FARMACIAS MONÁSTICAS: CENTROS SECULARES DE ATENCIÓN SANITARIA


Miles de peregrinos se beneficiaron secularmente de la atención sanitaria prestada por aquellos monasterios e instituciones públicas y privadas situados a lo largo de la Ruta Jacobea, ya fuesen hospitales, albergues, enfermerías o directamente desde sus boticas[1].
 
Cartela colocada sobre la entrada a la botica del monasterio de Samos
 
En el campo que nos interesa es fácil comprobar cómo a la vez que nace la peregrinación a Compostela, a su vera nacen una serie de monasterios que irán colonizando amplias zonas yermas (principalmente los monasterios cistercienses), incorporando nuevas técnicas agrícolas y desarrollando una destacable actividad sanitaria hacia los peregrinos, pobres, enfermos y población en general. Una actividad que se mantuvo durante casi mil años desde las estribaciones pirenaicas hasta los más recónditos valles gallegos.
Durante siglos las boticas de los monasterios situados a lo largo de las rutas jacobeas ofrecieron ayuda (asistencia sanitaria, alojamiento y alimento) a los peregrinos que se dirigían a Compostela; a lo largo del Camino son varios los hospitales que prestaron sus servicios a los caminantes, como el de Roncesvalles en Navarra, San Marcos de León o el de O Cebreiro en Lugo, como numerosos son los cenobios que acogieron tradicionalmente a los peregrinos
Varias abadías benedictinas en Galicia contaron con una botica para atender a caminantes y enfermos pobres, como las de Samos, Celanova o Ribas de Sil y otro tanto hicieron las cistercienses de Sobrado, Meira, Montederramo y Oseira. En este sentido, los capítulos 36 y 53 de la Regla de San Benito dictan las normas a seguir en la atención a los hermanos enfermos y a huéspedes del monasterio y de ello hay numerosas referencias a lo largo de los siglos.
Tradicionalmente el monje boticario entraba en el monasterio en la adolescencia, como aprendiz, siendo examinado tras cumplir los veinticinco años de edad y mostrar su capacitación en el conocimiento y manejo de los “simples medicinales”, así como en la elaboración de preparados magistrales y ya en el siglo XVI los boticarios necesitaban acreditar cuatro años de ejercicio práctico y desde el XVII debían acreditar dos años prácticos avalados por testigos cualificados, uno de los cuales sería el boticario bajo cuya dirección realizara la formación.
 
                                                           Conjunto de albarelos originales de la antigua botica de Samos
Muchos peregrinos, en función de su rango, podían pernoctar en el monasterio durante varias jornadas y a miles se atendían anualmente en su tránsito a Compostela; algunos fallecían y recibían sepultura junto al monasterio, otros recalaban durante meses, y muchos buscaban simplemente la manutención o la ayuda sanitaria prestada por los monjes. A pesar de la existencia de alberguerías, hospitales y enfermerías, no todos los monasterios dispusieron de botica; unos, debido a la proximidad de una población con botica seglar establecida que hiciese innecesaria una botica propia
En cualquier caso, la existencia de boticas está constatada tradicionalmente en los siguientes monasterios gallegos: Oseira (Orense), Sobrado (Coruña), S. Martín Pinario (Coruña), Samos (Lugo), Celanova (Orense), S. Clodio (Orense), Oia (Pontevedra), Meira (Lugo), Montederramo (Orense) y S. Esteban Ribas de Sil (Orense).
El Códice Calixtino destaca en nuestro país el Hospital de Roncesvalles, así como los de O Cebreiro, Portomarín y Santiago pero, además de éstos, los monasterios cistercienses, benedictinos y de otras órdenes religiosas[2] contaban con su propio hospital, enfermería y botica.
La hospitalidad monástica, tal como acabo de apuntar, responde a la consigna de la ayuda al necesitado (caminante o vecino) que refleja la Regla de San Benito en su capítulo 36 y fue una práctica llevada a cabo ininterrumpidamente durante siglos en albergues y hospitales, de la cual se conservan evidencias tangibles en los inventarios y libros de cuentas de las boticas monásticas así como en la abundante toponimia que ha llegado hasta la actualidad en numerosas poblaciones.
Cada monasterio se convirtió en un centro autosuficiente e independiente y por ello tuvieron que buscar un suministro de remedios sanitarios que diera servicio, por un lado, al creciente número de monjes que paulatinamente fueron incrementando sus comunidades a partir del siglo XVI, por otro, a los miles de enfermos, pobres y peregrinos que pasaban anualmente por algunos monasterios como Oseira, Sobrado o Samos y, por último, a las poblaciones cercanas, que desde mediados del siglo XVIII adquirían sus medicamentos en las boticas monásticas.
Así se mantuvieron durante siglos, hasta la exclaustración promovida por el ministro Mendizábal[3] y plasmada en el R.D. de 19 de Febrero de 1836, por el cual el Estado se incautó de todos los bienes eclesiásticos. En pocos días todos los monasterios fueron abandonados (47 de ellos pertenecientes al Cister) al igual que todo su contenido (cultural, religioso y artístico) que, de manera desorganizada, pasó a manos privadas sin que ello repercutiera en una mejora de la economía nacional.
El eje central de la atención sanitaria lo representaba la botica y junto a ella o muy próxima se localizaba el Huerto monástico o de la Botica, normalmente protegido de los vientos del norte y orientado al mediodía. A su mantenimiento se dedicaban varios monjes, no sólo el boticario, atendiendo la plantación y recolección de las diferentes especies medicinales, algunas de las cuales fueron empleadas secularmente en el desarrollo de jarabes y vinos generosos, de los cuales conocemos el Benedictine, Eucaliptine o el Chartreuse.
La fuente fundamental y origen de esta actividad terapéutica la encontramos en las plantas medicinales, cuyo uso empírico viene ya desde la Antigüedad. Frente al tradicional uso puntual de los remedios de origen vegetal localizados en veredas y caminos, los monasterios pasaron a su explotación específica dentro de los recintos monásticos, conocidos tradicionalmente como Huertos monásticos, Jardín botánico o Huerto del Boticario, pero no sólo las boticas monacales dispusieron de su correspondiente huerto, pues también las boticas de hospitales poseían una huerta dirigida por un Hortelano del correspondiente Hospital, para el cultivo de aquellas plantas difícilmente adquiribles en la ciudad.
Con el paso de los siglos las boticas y sus huertos evolucionaron paralelamente; el huerto se transformó en Jardín botánico y la botica pasó a ocupar varias dependencias, laboratorio, almacén, habitación del monje boticario, etc., y como no todas las especies vegetales se podían dar en el huerto, muchas de ellas debían ser adquiridas en otras boticas (Madrid, Coruña), o en mercados de plantas medicinales, como el de Medina del Campo (Valladolid) que se celebraba todos los años y donde se podían adquirir aquellas plantas como el Sen o la Quina, procedentes de lugares lejanos como Asia o Sudamérica.
Ya desde la Edad Media los monjes boticarios anotaban sus remedios en unos listados que pasaban a sus sucesores en el cargo; con los años, estas anotaciones dieron lugar a la redacción de cuadernos terapéuticos o formularios de medicamentos para la aplicación de los monjes en el campo de la botánica, conocidos como Hortus sanitatis[4].
 
Iglesia del monasterio de Samos
EL HUERTO DEL MONASTERIO DE SAMOS
La actividad sanitaria en Samos viene de antiguo, pues ya en el siglo XVI hay constancia de la necesidad de atención prestada a los peregrinos que por aquí pasaban en dirección a Santiago. Debemos pensar que su huerto se situaría en una localización próxima a la botica, que en su época final se encontraba en un ala del monasterio que se extiende por delante de la fachada de la iglesia hacia la carrera. Por tanto, entraría dentro de lo posible la actual localización del huerto de la botica[5] del otro lado del río, ocupando unos terrenos soleados y bien irrigados.
EL HUERTO DEL MONASTERIO DE OSEIRA
Hay diferentes opiniones sobre la localización del huerto de aquella botica, lo cual nos lleva a pensar en que a lo largo del tiempo éste pudo encontrarse en diferentes localizaciones, en virtud de las necesidades de la comunidad o de las posibilidades del monje boticario. Debemos tener en cuenta que, tanto en Samos como en Oseira los monjes boticarios siguieron ejerciendo su labor sanitaria años después de la expropiación de los bienes eclesiásticos y, en función de sus posibilidades o de la nueva localización de la botica debieron reubicar el correspondiente huerto. (Sobre la historia de la botica del monasterio de Oseira he publicado un artículo en la revista Ágora do Orcellón, -2016-, del Instituto de Estudios Carballiñeses. Por otro lado, en otro artículo de mi blog ofrezco más datos sobre la misma botica, extraídos del artículo de la revista mencionada.)
EL HUERTO DE SANTA MARÍA DE SOBRADO
Existen referencias orales[6] de que en algún momento el huerto de Sobrado pudo estar localizado al oeste del edificio, junto al denominado Camino Real, que recorría lateralmente el cenobio. El huerto rodeaba una edificación demolida en la actualidad, que albergaba una parte de la botica monástica. Según referencias de algunos monjes, hasta hace unos años todavía se mantenían en pie las paredes de aquella construcción, si bien nada era lo que se conservaba en su interior, a excepción de una gran piedra en la que se aprecian dos perforaciones similares y que, en nuestra opinión, podría corresponderse con un antiguo mortero.
Por regla general la botica monástica se localiza en la zona de la portería y ya a finales del siglo XVIII dispone de una ventana al exterior para la dispensación de medicamentos a la población. En ocasiones, el monje boticario vivía en un pequeño cuarto adyacente a la pieza de la botica para poder atender el servicio de botica en cualquier momento, como pudo suceder en Sobrado.
Por tanto, entre los siglos XVII y XVIII aquellos monasterios que disfrutaban de unas rentas elevadas completaron su atención sanitaria con la instalación de las correspondientes boticas monásticas. Fue ésta una época de controversias científicas entre dogmáticos y empiristas; los primeros, defensores de las doctrinas terapéuticas clásicas y de la continuidad del saber emanado de la antigüedad clásica. Por otro lado, una nueva mentalidad científica se fue imponiendo en toda Europa desde finales del siglo XVII en la defensa de la investigación y la experimentación como vía para alcanzar el verdadero conocimiento. Entre ambos paradigmas podemos encontrar también una medicina que recurre a postulados alquimistas, a los remedios secretos, al recurso del agua, a las pócimas, etc, pero a pesar de que todo ello tenía cabida en los siglos XVII y XVIII, los remedios vegetales siguieron siendo la base de la terapéutica de la época[7] y los huertos medicinales (monacales y seglares) la fuente donde buscar la mayor parte de estos remedios, ya que otros como Sen, Goma arábiga, Ruibarbo, Nuez de especie, Escamonea, Lápiz lázuli, Quina o Azúcar debían ser adquiridos en ferias, droguerías u otras boticas.  
A lo largo del siglo XVIII no era rara la botica que dispusiera de más de 400 piezas, como la de los benedictinos de Nájera (La Rioja) que llegó a disponer de dos huertos con plantas medicinales, y no lejos de aquella población se encuentra el monasterio de San Millán de la Cogolla, cuyo jardín albergaba varios ejemplares de acacias, saúcos de Babilonia, chopos, abedules y laureles.
Con todo, el arsenal terapéutico se puede calificar como ecléctico, pues aparte de los remedios de origen vegetal podemos encontrar antimoniales, mercuriales, cuerno de ciervo, azúcar, miel, zarzaparrilla, melisa o quina.
Al hablar de los medicamentos vegetales elaborados con las plantas del Huerto hago mención al uso de los Simples Vegetales, o aquellos elementos entendidos como medicamentos de por sí, que no requieren la presencia de otros vegetales o elementos químicos para que tengan uso terapéutico; el término no hace referencia al total de la planta sino a sus hojas, flores, semillas, frutos, leño, jugos o resinas.
                                                                          Iglesia del monasterio de Santa María de Sobrado
MEDICAMENTOS COMPUESTOS
Sin querer entrar a estudiar la terapéutica usada en las antiguas boticas monásticas, hago referencia a continuación a algunas presentaciones o formas farmacéuticas elaboradas durante siglos en las boticas monásticas[8] como tratamiento de algunas patologías que requerían la acción conjunta de varios simples. Para ello, debían combinarse en un medio que resultase adecuadamente estable, ajustado a la zona a tratar y que facilitase su ingesta por parte del paciente. Una de los remedios más habituales fueron las Aguas, entre las que encontramos las astringentes, laxantes, excitantes, sedantes, purgantes, etc. En su composición podemos citar los siguientes simples: bayas de laurel, cardo santo, celidonia, coclearia, flor de azahar, guindas, habas de San Ignacio, hinojo, lechuga, llantén, malvas, mejorana, pasionaria, rábanos, saúco, verdolagas, borrajas y otras hierbas.
De gran uso tradicionalmente fueron los Jarabes (con una base de azúcar o miel), a base de alcaparras, alcaravea, altea, amapolas, anís, arrayán, avellanas, calabaza, cominos, canela, ciprés, gálbano, genciana, manzanilla, nísperos, peonías, regaliz, ruibarbo, sándalo, salvia, violetas y zarzaparrilla. De uso similar a los jarabes fueron los Bálsamos (a base de resinas de varios tipos de árboles), así como los Elixires (licores de plantas disueltas o maceradas en alcohol).
De uso menos frecuente podemos citar:
- Emplastos: de uso externo, naturaleza gelatinosa para su adhesión a la piel, actuando por oclusividad.
- Esencias: solubles en alcohol, volátiles, obtenidas por destilación de algunos simples en alcohol o vapor de agua. Las esencias se evaporan con calor y pueden actuar también como insecticidas, fungicidas y bactericidas.
- Espíritus: disoluciones alcohólicas de principios activos volátiles, destiladas en alcohol vínico.
- Extractos: obtenidos de líquidos de algunas plantas.
- Infusiones: vertiendo agua hervida sobre la planta.
- Píldoras y Polvos: Procedentes de plantas y flores secas, como acíbar, adormidera, ajenjo, bardana, canela, caña tostada, pimienta, quina, sarcocola y tormentilla. También elaboraban polvos con sustancias animales y minerales. Se empleaban como febrífugos, antipleuríticos, antihidrópicos, carminativos, cáusticos, aromáticos.
- Trociscos: son un tipo de tabletas formadas por partes del vegetal aglutinadas con diversas sustancias.
- Aceites de oliva, almendras, azafrán, azucena, clavo, cominos, coloquíntidas, enebro, espliego, hierbabuena, lirios, naranjas, nuez moscada, romero, ricino, trementina y verbena.
- Tisanas, que se elaboran empleando el agua como elemento base. Pueden obtenerse de tres formas:
- Por  infusión: que consiste en calentar agua hasta que empiece a hervir, luego añadir la parte de la planta deseada, previamente secada, y dejar reposar unos 10 minutos.
- Por decocción: en el caso de querer extraer principios activos de los tallos leñosos o raíces, se colocan en un recipiente de cerámica, se cubren con agua y se deja hervir aproximadamente un cuarto de hora.
- Por maceración: se utiliza para plantas sensibles al calor, introduciendo la planta en un recipiente con agua fría, tapado y en reposo durante unas 12 horas.
- Tinturas: por maceración de las hierbas en alcohol o en vinagre; pueden conservarse durante más tiempo que las tisanas.
- Ungüentos, mezcla de varias hierbas con alguna sustancia grasa, como la manteca de cerdo o el aceite de oliva. Se hierve la planta en la materia grasa durante 10 minutos, se filtra y se deja enfriar para que solidifique.
A su vez, estos medicamentos pueden actuar sobre diferentes órganos, lo que les confiere distintas actividades, favoreciendo la eliminación de orina (Diuréticos), estimulando el corazón (Cordiales), etc. Entre las actividades más buscadas mediante los simples vegetales podemos citar las siguientes:
 - Diuréticos: para eliminar líquidos favoreciendo la micción; entre ellos encontramos la Zarzaparrilla y la resina de Enebro.
- Estimulantes y tónicos, que restablecen la actividad funcional de diversos órganos. Entre ellos los siguientes: raíz de Aristoloquia, Acíbar, Mirra, Extracto de bayas de Enebro, Rizoma de Helecho macho y agua de Hinojo.
- Purgantes, que provocan una ligera irritación intestinal para eliminar diferentes sustancias tóxicas. Entre ellos, Sen, Ruibarbo, aceite de Ricino y Escamonea.
- Eméticos, para facilitar o inducir el vómito; principalmente la Ipecacuana.
- Carminativos, que facilitan la eliminación de las ventosidades intestinales: Nuez moscada, Cálamo aromático y Cilantro.
- Emolientes, que ablandan las zonas inflamadas y disminuyen el tono de los tejidos; entre ellos, Goma arábiga, Regaliz, Malvavisco, Borraja, Lino y aceite de Almendras.
- Cordiales, que estimulan el corazón. Generalmente eran sustancias aromáticas de origen vegetal y se almacenaban en pequeños frascos de vidrio denominados cordialeros. Se utilizaban para restaurar la actividad vital e, incluso, para alegrar el ánimo. Por otro lado, como estimulantes de las fibras musculares, tenían utilidad en la recuperación de las fuerzas
Por otro lado, aparte de esta terapéutica vegetal oficial, encontramos una terapéutica doméstica, muy habitual en Galicia, que recurre al uso de plantas de manera similar a la terapéutica “oficial”. Entre otros remedios se recurría a la infusión de flores de malva para curar la tos, la de manzanilla para lavado de ojos, ajo para los sabañones, la hierbabuena para tratar la irritación ocasionada por las ortigas, la infusión de flores de saúco para resfriados y dolores de cabeza o la hierba de San Juan, con  propiedades medicinales y culturales muy enraizadas en Galicia.
 
                              Albarelo de las Reales Fábricas de Sargadelos conservado en la botica de Oseira
 
ALGUNAS BOTICAS MONÁSTICAS GALLEGAS
. Botica de San Martín Pinario:
Localizado frente a la puerta norte de la Catedral de Santiago, este vasto edificio llegó a albergar el principal monasterio de Galicia, aunque actualmente está destinado a Seminario Mayor, Archivo diocesano, Hotel, etc. Para prestar la atención sanitaria correspondiente a una comunidad numerosa, así como a varios prioratos dependientes dispuso de una importante botica[9]. Todavía se conserva una dependencia denominada como “la Botica” en la que se conserva la botica original existente en el siglo XIX que dispone de gran cantidad de material y utensilios de la época. Hipólito de Sá ofrece referencias de un manuscrito[10] de este monasterio, fechado en 1803 y redactado por el monje boticario que describe una serie de noticias sobre esta botica, así como la relación de los medicamentos disponibles en ella con la utilidad de los mismos. Otros documentos del siglo XVII hacen referencia a la existencia, entonces, de la llamada “botica vieja”, es decir, entendida como vieja ya en el siglo XVII; a mediados de aquella centuria la botica de San Martín pasó a tener función pública, estando un monje-boticario al frente de la misma hasta 1678. Otros monjes-boticarios titulados se mantuvieron al frente del establecimiento durante los siguientes años, reformándose la huerta en el siglo XVIII para “el cultivo de algunas plantas curativas traídas de los prioratos de Cambre, Bergondo y Cinis”, según refiere el mencionado Libro de Botica en 1803. Gracias a este documento podemos conocer el inventario de la botica así como las plantas que disponía para la elaboración de medicamentos. Entre las plantas medicinales recurre al uso de las flores, cortezas, raíces, rizomas, simientes y frutos. Por otro lado, el “arsenal terapéutico” lo forman aguas destiladas, aceites, bálsamos, emplastos, polvos, píldoras, etc.
. Botica de San Esteban de Ribas de Sil
Este importante monasterio, situado en la Ribeira Sacra del Sil, llegó a albergar un Colegio de Artes y Filosofía, por lo que su comunidad fue tradicionalmente amplia. Contó también con una “Alberguería” para peregrinos, enfermos y pobres, que con el paso de los siglos se convirtió en una pequeña aldea situada a escasos kilómetros del cenobio, que también dispuso de servicio médico, ejercido normalmente por un médico a sueldo del monasterio; en consecuencia, parece justificada la existencia de una botica[11]. Además, existe un Inventario de la misma realizado cuando la Desamortización de 1835 que nos ofrece una relación del material existente en la botica en aquel momento, que era el habitual en un establecimiento de estas características, disponiendo, entre otros utensilios, un almirez con argollas, varios cajones de madera, tarteras, etc; sin embargo, este Inventario no hace mención a la existencia de un botamen[12], existente en cualquier botica; sobre la misma encontramos nuevas referencias en un documento de las Cuentas presentadas en el Capítulo General, que indica una partida de más de 10.000 reales para mantenimiento de médico, enfermería y botica. Por último, indica Hipólito de Sá[13] al hilo de este dato, que entre los documentos conservados en el Archivo Parroquial de San Esteban cuando él lo visitó se conservaba un Dioscórides, muy deteriorado, que llevaba cosido un formulario de la propia botica del monasterio, así como algunas notas extraídas de la Palestra Farmacéutica de Félix Palacios, edición de 1778, obras actualmente en paradero desconocido.
. Botica de Celanova
La “calle de la botica” existente en la localidad de Celanova, junto al antiguo monasterio benedictino, nos trae a la memoria la actividad sanitaria ejercida desde este antiguo cenobio en un local situado en la misma fachada del monasterio para ofrecer servicio a la villa y a la comunidad de monjes. Existen referencias a la antigua botica desde el año 1588[14] en documentos que citan al monje boticario, quien ya en aquella época “mejoró la parte de la huerta o patio dedicado a jardín botánico”. En 1682 se hizo cargo de la botica el monje boticario de San Martín Pinario, boticario titulado, puesto que la botica de Celanova se encontraba ya dando servicio al público. De gran interés para nuestro estudio es el Inventario redactado en el momento de la Desamortización, similar en su estructura y contenido al de Oseira. Tras la muerte del último monje boticario exclaustrado, el local, situado en una casa adyacente al edificio monástico, fue clausurado y dispersado su contenido. La descripción del mismo nos da a entender sus grandes dimensiones, pues tenía una planta baja espaciosa, abierta a la calle, un local interior o rebotica, un tercer local dedicado a laboratorio y una habitación para el monje boticario en la planta superior. El documento lleva el siguiente encabezamiento, “Inventario de la Casa y Botica del monasterio de Celanova” y nos ofrece una descripción del contenido de la pieza de la botica; entre otros utensilios disponía de 118 cajones de madera rotulados, 28 redomas de vidrio 14 orzas talaveranas, 136 frasquitos de cristal, 33 botes de vidrio, varios almireces, tamices, balanzas romanas, etc.
. Botica de San Clodio
Situado en la comarca del Ribeiro encontramos este monasterio cisterciense que actualmente está destinado a establecimiento hotelero. Es interesante y abundante la información disponible sobre su antigua botica de la cual se conserva el Libro de Cuentas de Botica, iniciado en 1766, año en que el establecimiento adquirió carácter público que mantuvo hasta su clausura en 1835. Por otro lado, se dispone también del Inventario realizado previamente a la Desamortización.
De la botica existen referencias precisas desde mediados del siglo XVIII, poco antes de iniciarse el mencionado Libro de Cuentas. De aquella época aparece descrito un gasto ocasionado por el viaje de dos monjes a los baños de Partovia y Cortegada y por otro lado, se describen gastos por la adquisición de algunos medicamentos a drogueros de Madrid y Coruña. Hasta 1766 la botica, de carácter privado, debía estar situada en el interior del monasterio sin que tengamos constancia exacta de su emplazamiento, pero a partir de aquella fecha se traslada de local para facilitar su atención sanitaria a las gentes de la comarca y comienza a describirse con rigor todo tipo de gastos y beneficios ocasionados por la botica y su correspondiente jardín.
. Botica de Montederramo
Importante debió ser la botica de este antiguo monasterio cisterciense enclavado en la Ribeira Sacra orensana, pues dispuso de Colegio y Escuelas, de manera similar a Ribas de Sil y Meira. Por tanto, podemos suponer que dispuso de una comunidad numerosa entre monjes y estudiantes, lo que nos lleva a suponer una botica en consonancia al tamaño de la comunidad. En dos Inventarios redactados en el momento de las Desamortizaciones de 1820 y 1835 se da cuenta del contenido y existencias de esta botica que, como otras, pasó a tener carácter público a mediados del siglo XVIII. De la documentación existente[15] conocemos la localización de la pieza de la botica junto a la portería, en el lado norte del claustro, que disponía de una ventana para la comunicación con el exterior. Aparte del local propio de botica, disponía de otros dos locales contiguos, así como una habitación para el monje boticario en la planta superior, igual que en Celanova. De las existencias de esta botica da cuenta un manuscrito de diez hojas que refiere la relación de plantas curativas disponibles en 1785 que bajo el título de “Alcance fiel y ajustado de las drogas y plantas curativas despachadas en la botica (…)” se encontraría depositado actualmente en el Museo de Ourense[16].
 
Portada del Libro de Estados del monasterio de Oseira. Manuscrito conservado en el archivo del monasterio de Poio que contiene datos sobre el gasto en botica a lo largo del siglo XVII.
 
. Botica de Meira
Situado junto al nacimiento del río Miño en tierras lucenses, este monasterio dispuso de un Colegio de Filosofía para la Orden cisterciense, albergando hasta un total de 30 colegiales, lo cual, unido a la propia comunidad monástica nos induce a pensar en la existencia de una botica de cierta envergadura. Ya en el siglo XII hay referencias a la existencia de un hospital en el recinto del monasterio, quizá para atender las necesidades sanitarias de los peregrinos que empleaban el Camino del Norte, procedente de Asturias. Información más concreta procede de 1730, época en la que el monasterio disponía de médico y enfermería, lo cual nos debe hacer pensar en la existencia de la correspondiente botica. Por otra parte, Hipólito de Sá ofrece una relación de varias obras disponibles por el monje boticario en el momento de la exclaustración, obras que hasta hace pocos años estaban en manos particulares, habiendo desaparecido en la actualidad.
. Botica de Santa María de Oia
Es poco habitual la localización de este monasterio, al pie de la sierra da Groba en un tramo escarpado de la costa pontevedresa. Hay constancia de la existencia de un hospital perteneciente a este monasterio en el vecino ayuntamiento de Tomiño, que funcionó durante años para dar servicio sanitario a caminantes que procedentes de Portugal, cruzaban el río Miño por la barca de Goián en dirección a Vigo y el norte de la provincia. Por otro lado, dada la situación costera del cenobio, éste dispuso de una pequeña guarnición de soldados que mantenían varias piezas de artillería para la vigilancia de este tramo de costa, lo que nos lleva a pensar en la existencia de una enfermería y botica en las dependencias del propio monasterio para su atención sanitaria. Hay referencias precisas de la botica en el siglo XVIII pero también algunas noticias del siglo XVI acerca de una serie de acuerdos económicos entre el monasterio y un boticario de la vecina localidad de A Guardia, así como sobre la existencia de un jardín botánico. En el priorato que Oia mantenía en O Rosal, a pocos kilómetros, mantuvieron a un monje especialista en plantas medicinales, que dejó un libro manuscrito, actualmente desaparecido, que Hipólito de Sá describe como “Registro de hierbas curativas, muchas de las cuales empleaba para los medicamentos de los enfermos que atendía”.
A parte de este documento el mismo autor nos da información acerca de otro manuscrito titulado “Registro de las drogas y medicinas de la antigua botica del Monasterio de Sta María la Real de Oya (…)”, fechado en 1829, copia de un original de 1754, también desaparecido.
. Botica de Santa María de Sobrado
La escasez de noticias sobre la existencia de botica en este monasterio coruñés, uno de los más grandes de Galicia, no nos debe llevar a dudar de su secular actividad al servicio de aquella comunidad y las poblaciones cercanas, (El lector interesado en conocer más datos sobre la botica de Sobrado puede consultar un artículo que sobre la misma he colgado en este mismo blog, resumen del artículo que sobre esta botica monástica publiqué en Cuadernos de Estudios Gallegos). Existen referencias a esta botica a través de algunos libros que pertenecieron a su biblioteca y que, posteriormente a la Desamortización, pasaron por diferentes propietarios hasta su desaparición. Más referencias a esta botica la encontramos a finales del siglo XVII, en que Antonio Ramos Solís, (que llegaría a ser boticario del Hospital Real de Santiago entre 1700 y 1723), llevó a cabo sus estudios farmacéuticos de la mano del monje boticario de Sobrado.
Con estas referencias espero haber aportado algo de luz a un tema de interés en la historia de la farmacia como es la atención sanitaria llevada a cabo secularmente desde las boticas monásticas.
                                                                                       Dr. Miguel Alvarez Soaje
 
 
 




 




[1] A mediados del siglo XVIII la abadía de Santa María de Sobrado daba alojamiento a miles de peregrinos, de tal forma que el año 1773 pasaron por sus dependencias unos 8000 camino de Compostela.
 
[2] Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, Mercedarios, etc.
[3] Decreto de desamortización de los bienes del clero regular. Juan Álvarez Mendizábal (1790-1853), banquero y hombre de negocios, bien relacionado con los medios financieros de Londres, accedió al poder en un momento crítico y decisivo para la causa isabelina y la revolución liberal, determinando la orientación progresista del gobierno de Mª Cristina. Además de la jefatura del gobierno, Mendizábal asumió a lo largo de su carrera política, los ministerios de Estado, Hacienda, Guerra y Marina. Figura emblemática del liberalismo progresista, ha sido visto por la historia como el modelo de político liberal anticlerical. La Reina gobernadora se mostró reticente a firmar los decretos de desamortización, alegando problemas de conciencia religiosa, así como la presión del alto clero de la Corte, pero al final, las presiones de los liberales y la indecisa marcha de la guerra civil carlista, hicieron que claudicase, firmando el decreto. (Luís José Sánchez Marco).
[4] Por ejemplo el Hortus Sanitatis del monasterio de  Silos, del año 1517.
[5] Maximino Arias, Historia del Monasterio de San Julián de Samos, pp.261-266, señala la existencia documentada de la botica desde el año 1690, bajo el abadiato de fr. Anselmo de la Peña.
[6] Así nos lo han transmitido algunos monjes de Sobrado que allí viven desde los inicios de la restauración de este monasterio en los años sesenta del pasado siglo.
[7] A principios del siglo XVIII la medicina que se aplicaba al Rey Felipe V tenía una base eminentemente vegetal, a pesar de que las teorías paracelsistas habían encontrado hueco en numerosos puntos de Europa, pero en España el medicamento de base química (la yatroquímica) no acababa de ser aceptado. En este sentido, los boticarios Reales seguían acudiendo a los remedios vegetales cultivados en sus respectivos huertos.
[8] De todas ellas tenemos constancia a través de varios Inventarios de existencias realizados por los comisionados del Gobierno en varios monasterios, previamente a su desamortización en 1835; entre otros, los de Oseira, Celanova o san Clodio.
[9] Para conocer más sobre esta botica remito a Sanmartín Míguez, Santiago; Monjes y Boticarios, la farmacia del monasterio de San Martín Pinario de Santiago, Santiago de Compostela, Consorcio de Santiago, 1997. Del mismo autor, Estudio histórico farmacéutico del recetario de San Martín Pinario: (Libro de Botica, año 1753), Tesis de Doctorado.
[10] De Sa, Hipólito; op. Cit. P. 41. Libro de Botica del Real Monasterio de S. Martín Pinario, ordenado por el Boticario”
[11] Hipólito de Sá,(Boticas monacales y medicina naturista en Galicia) refiere que en una visita realizada a los restos de este monasterio en 1966 le mostraron unas dependencias en el claustro de la portería conocidas entonces como “A Botica”, lugar que antiguamente había sido despacho de medicamentos para las gentes de  la comarca. Según indica, se encontraba situada en los soportales, hacia el oeste del claustro grande, en un local abovedado, recibiendo luz por dos tragaluces. 
[12] Conjunto de albarelos o tarros de farmacia en donde se guardaba material vegetal para la elaboración de medicamentos.
[13] Hipólito de Sa, op. Cit. P. 56
[14] Hipólito de Sa; op.cit. p. 79
[15] Hipólito de Sa; op. Cit. P. 105
[16] Hipólito de Sa; op. Cit. P. 106

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