EN OCTUBRE DE 1719 UN ATAQUE DE PIRATAS BRITÁNICOS ASOLÓ LA CIUDAD DE VIGO ANTE LA INCOMPETENCIA DE LOS MANDOS DE LA PLAZA.
Este artículo relata el ataque
inglés sobre la ciudad de Vigo ocurrido en el año 1719. Como todos sabemos, la
historia naval británica se sustenta, en gran medida, en asaltos y ataques
que sus marinos, piratas en su mayor parte, llevaron a cabo por medio mundo,
robando y matando allá por donde pusieron un pie. Lo curioso es que lo hacían
bien, al contrario que los españoles, que normalmente hemos salido mal parados en nuestras
incursiones a las islas británicas. No es el objetivo de este artículo mostrar el
carisma de la marina de Su Majestad, sino, simplemente, mostrar un interesante
testimonio del ataque que padeció la ciudad olívica en Octubre de 1719, (hace por
tanto, casi 300 años) en el cual salió a relucir, igualmente, la incompetencia
y la cobardía de los mandos militares españoles a la hora de afrontar la
defensa de la plaza. En cualquier caso, que cada cual juzgue como desee la historia en
base a este testimonio que he extraído del Archivo de la Biblioteca Universitaria de
Santiago de Compostela.
“Papeles de José Ignacio Carballo Núñez de Castro”
(Manuscrito Ms.70 – año 1733 - del Archivo de la Biblioteca
Universitaria de Santiago de Compostela)
"DIARIO DESDE QUE ENTRÓ LA ARMADA INGLESA EN LA RÍA DE VIGO HASTA LA
RENDICIÓN DEL CASTILLO DEL CASTRO"
El día 10 de Octubre de 1719, entre las 10 y las 11 del día entró la
Armada inglesa en la ría de Vigo, compuesta de 42 velas y, según desertores, las
seis de guerra y las treinta y seis de transporte. En este día, entre las 2 y
las 3 de la tarde principiaron los enemigos su desembarco en una playa de la
feligresía de S. Paio de Navia, distante ¼ de legua de la villa de Bouzas y
desembarcaron la mayor parte de su infantería. Esta noche se acuartelaron en
esta feligresía e hicieron grande fuego y quemaron muchas casas. En el día 11
finalizaron su desembarco, así de infantería como de caballería que, según los
desertores y prisioneros, eran diez regimientos de infantería y 80 caballos,
con 3 piezas de campaña y algún mortero, y en este día no se movieron de esta
feligresía. El día 12 levantaron su campo y se adelantaron a camparse en otra
feligresía que se llama de Sta Eulalia de Alcabre, hasta la villa de Bouzas y,
entre las 10 y las 11, un coronel con dos soldados y un tambor con bandera
blanca fue a pedir la obediencia a la villa de Vigo, la que le dio el Juez por
haberse abandonado dicha villa con el fuerte de San Sebastián y retirándose
toda la guarnición al castillo del Castro, que consistía en 10 compañías de
infantería que, con los oficiales, no llegaban a 400 hombres, y hasta 400
paisanos con sus oficiales. En este día, así que anocheció, se acercó a tierra
un navío con dos morteros de toda magnitud, pues según sentir de todos, no
bajaban las bombas o carcasas de a 4 quintales cada una. Dispararon del navío
hasta 30 bombas que, unas por mucha elevación y otras por corta, ninguna entró
en el castillo. En este día, a la noche, como la villa tenía dada la
obediencia, entró en ella un regimiento de infantería y en el sitio que llaman
Berbés toda aquella noche estuvieron desembarcando morteros, bombas y lo más
necesario para el bombardeo del castillo.
El día 13 pusieron los enemigos una gran batería detrás de San
Sebastián, a la parte que mira a la ría de Vigo que, según después se
reconoció, llegaban de 32 a 34 morteros de todos los calibres, de 18 a 20
libras, de arroba, de a dos arrobas, hasta de tres arrobas y así que anocheció
principió el disparo de bombas, que duró hasta más de la una de la noche y se
contaron dos cargas de todos los morteros, de cuyo fuego sólo hubo seis
heridos, cuatro de peligro y dos ligeramente.
El día 14, así que amaneció, prosiguió el fuego de todos los morteros,
que duró hasta después de la una del día y tiraron con tal acierto que todas
las bombas entraban dentro del castillo, en que hubo ocho heridos y los más de
peligro y ningún muerto, y hasta la noche cesó el fuego. Así que anocheció
continuaron el fuego con mayor furia, hasta después de la media noche, en que
hubo bastantes desgracias. En este día mudaron los enemigos su campo de Sta
Eulalia de Alcabre a la feligresía de Coya, en donde se mantuvieron hasta la
rendición del castillo. Es de advertir que en el castillo no hay cuarteles para
defensa de las bombas ni más cubierto que una capilla de San Sebastián, casas
de ermitaño y a donde se recogía el castillano, y dos cuarteles viejos, almacén
de pólvora a prueba de bombas, una cisterna y unas minas en donde estaba
recogido pólvora y en donde se recogían los heridos, y así los soldados como
los oficiales no tenían más cubierto que tiendas de campaña.
El día 15, así que amaneció, principió el disparo de todos los morteros
que continuó hasta después del mediodía y así que anocheció se acercó el navío
de bombas a tierra y disparó con tal acierto que todas entraron en el castillo
y subieron de 50 y, al mismo tiempo, disparaban todos los morteros de la
batería de San Sebastián y también se reconoció otro de un sitio que llaman la
Gamboa, y los morteros eran mayores que los de la primera y el fuego de esta
noche, que fue horroroso, duró hasta las tres de la mañana. De esta noche
quedaron las más de las tiendas y capilla arruinadas y hubo muchos muertos y
heridos.
El día 16, luego que amaneció, comenzó el fuego de las dos baterías de
morteros, con la misma furia y duró hasta después de mediodía y, así que
anocheció, prosiguió hasta después de medianoche. En esta noche padeció toda la
guarnición el rigor de los tres elementos, aire, agua y fuego. Este día fue el
más desgraciado de todos porque hubo muchos muertos y heridos y un casco de bomba
dio al Gobernador en el brazo izquierdo, que le dejó muy mal tratado y tendrá
fortuna si logra la cura de él; sólo dos bombas mataron cinco hombres e
hirieron a seis y todas las tiendas salieron pedazos.
El día 17, así que amaneció, principió el fuego de las dos baterías con
la misma furia, y entre 10 y 11 hicieron llamada los enemigos, vino un coronel
pidiendo en nombre de Millord Codohan, su General, al Gobernador, entregase la
plaza porque, sino, que experimentaría la guarnición el último rigor de la guerra.
Este día, por la mañana, había salido el Gobernador en derechura al Porriño a
curar su brazo y le quedó sustituyendo el Coronel reformado D. Fadrique de
Soto, que respondió al Coronel inglés dijera a su General que no podía entregar
el castillo porque tenía mucha guarnición, oficiales de gran honra, mucha
pólvora, bala y qué comer. Y sobre todo, que no había brecha pero que, ante
todas cosas debía dar cuentas a su General, que estaba de allí a dos leguas y
de su respuesta le daría parte el día siguiente, con que se despidió y se le
dio su refresco, y así que llegó el Coronel enemigo a la villa saludaron al
castillo de más de cuarenta bombas y continuó hasta la noche sin cesar y sólo
en este día echaron más de seiscientas bombas dentro del castillo y a la noche
prosiguió, aunque no con tanta furia como de día y hubo algunos heridos aunque
ligeramente. Este día hubo en el castillo Consejo de Guerras en que se
determinó se escribiese a nuestro General representándole el miserable estado
en que se hallaba la guarnición y que los heridos ya no cabían en una mina que
servía de hospital, que no había oficial ni soldado que pudiese detenerse en
menor descanso para que su Excelencia dispusiese lo que fuera servido.
El día 18 continuó el fuego y con la respuesta del General trató la
guarnición de capitular, lo que se ejecutó el día 19. Las capitulaciones se
redujeron a salir la infantería con todos los honores militares, los paisanos
desarmados, artillería no se concedió porque no había brecha. Hubo suspensión
de armas hasta el día 21. En este día levantó el enemigo su campo y se vino en
derechura del castillo y se puso formado y la guarnición salió formada y pasó
en derechura hacia Redondela. Las bombas, a lo menos subieron de 3500, aunque
algunos las subieron a mayor número.
Y habiendo los enemigos reconocido el castillo y su desabrigo
confesaron que la defensa habría sido bárbara.
El pirata británico George Anson |
Sin duda una pena y una vergüenza
que no se hubiera defendido la plaza como se debería, teniendo en cuenta la
cantidad de armamento, municiones y víveres disponibles. Las consecuencias de
aquella capitulación fueron nefastas para otras poblaciones gallegas como
Redondela y Pontevedra, saqueadas por las tropas británicas, sin olvidar el
pago en metálico que tuvo que afrontar la ciudad de Santiago para no correr la
misma suerte.
Por otro lado, el potencial turístico del
castillo del Castro queda muy limitado al no ofrecer información suficiente
sobre su Historia militar, habilitando espacios (minas y galerías siguen
ocultas a la población) que podrían ser muy atractivos para los visitantes del
recinto. Algo me hace sospechar que, a lo que es en esencia un recinto militar
histórico, se le quiere otorgar el aspecto de un agradable y placentero parque urbano
pero entiendo que ambos conceptos podrían tener cabida y complementarse perfectamente.
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