ALQUIMIA Y LULISMO EN EL SIGLO XVIII
En este artículo hago una aproximación al lulismo del siglo XVIII y su relación con la alquimia, una cuestión que abordé en mayor profundidad en mi tesis doctoral en 2012: Antonio y Anselmo Arias Teixeiro; dos lulistas gallegos en el siglo de la Ilustración.
La complejidad de esta cuestión que desde el siglo XIV llegaba al XVIII con gran auge y numerosos seguidores[1], nos obliga a ofrecer una visión general que sirva para ilustrar el ambiente de duros enfrentamientos que tenían lugar en la isla de Mallorca y el resto de España a lo largo del siglo XVIII, entre detractores y seguidores de las doctrinas lulistas y, por otro lado, entre alquimistas y lulistas, en el cual los lulistas pasaron a ser calificados despectivamente como heterodoxos o tradicionalistas. Quizá, como refiere el monje cisterciense Antonio Raymundo Pascual en su Vindiciae Lullianae, el origen del antilulismo era un problema lingüístico, debido a la ignorancia o al deficiente estudio de la terminología luliana, una terminología característica, complicada, que empleaba vocablos procedentes de la teología y la lógica, gracias a la cual consiguió Llull crear una unidad coherente de la naturaleza[2]. El mismo Pascual en otra de sus obras[3] desarrolla una tesis luliana entremezclada con ideas aportadas por Descartes y Leibniz.
¿RAMÓN LLUL ALQUIMISTA?
Desde luego que no. Una cosa es alquimia y otra Ramón Llull y el Lulismo como doctrina filosófica que desde la Edad Media llegó
hasta el siglo XVIII en plenas facultades mentales. Lulismo NO es alquimia
aunque muchos lulistas de los siglos XVII y XVIII creyeron en una alquimia
luliana. No sé si me explico. El propio Llull entendía su Arte no sólo como un
mecanismo lógico capaz de generar todo tipo de cuestiones y respuestas ante el
mundo que nos rodea, sino como un sistema
de explicación del mundo que ofrecía alcanzar, tanto el conocimiento, como el amor y servicio
a Dios por medio de una serie de aspectos vinculados con la creación del mundo,
la ciencia, etc. El Arte de Llull es
un sistema que conecta el conocimiento científico con la filosofía, como corresponde a la época en la que
vivió,
para dar explicaciones claras sobre la creación y el Creador, y poder,
así, convencer de su error teológico a judíos y musulmanes. Ni más ni menos.
Aquellas teorías filosóficas inicialmente propuestas
por Llull en la Edad Media, llegaron al siglo XVIII remodeladas como resultado
de un conjunto de obras esotéricas, muchas de ellas anónimas y manuscritas, que
en el transcurso de los siglos se atribuyeron al mallorquín, incorporando
nuevas interpretaciones, simbología y contenidos muy distintos de los
originales y, es por ello que se pueden encontrar tantas interpretaciones de su
Arte. Es evidente que desde el siglo XVI ese “pseudolulismo” superó ya el interés despertado por la auténtica
doctrina luliana y en el XVIII la asociación lulismo-alquimia era ya un hecho
en ciertos ambientes científicos europeos.
Ejemplar del primer tomo de la Edición Maguntina, recopilatorio de la obra de Llull en el s.XVIII
Ejemplar del primer tomo de la Edición Maguntina, recopilatorio de la obra de Llull en el s.XVIII
La complejidad de esta cuestión que desde el siglo XIV llegaba al XVIII con gran auge y numerosos seguidores[1], nos obliga a ofrecer una visión general que sirva para ilustrar el ambiente de duros enfrentamientos que tenían lugar en la isla de Mallorca y el resto de España a lo largo del siglo XVIII, entre detractores y seguidores de las doctrinas lulistas y, por otro lado, entre alquimistas y lulistas, en el cual los lulistas pasaron a ser calificados despectivamente como heterodoxos o tradicionalistas. Quizá, como refiere el monje cisterciense Antonio Raymundo Pascual en su Vindiciae Lullianae, el origen del antilulismo era un problema lingüístico, debido a la ignorancia o al deficiente estudio de la terminología luliana, una terminología característica, complicada, que empleaba vocablos procedentes de la teología y la lógica, gracias a la cual consiguió Llull crear una unidad coherente de la naturaleza[2]. El mismo Pascual en otra de sus obras[3] desarrolla una tesis luliana entremezclada con ideas aportadas por Descartes y Leibniz.
¿ENTONCES,
ERA O NO ERA LLULL ALQUIMISTA?
La imagen que nos ha llegado hasta la actualidad es
una mezcla confusa de estos dos términos, alquimia
y lulismo, surgida cuando no se
conocían con claridad cuáles habían sido las obras realmente escritas por Ramón
Llull (1232-1316) en la Edad Media ya que en los siglos XV y XVI
apareció un elenco de títulos de diferentes obras atribuidas a Llull y fueron
esas obras las que configuraron la imagen de un Llull alquimista, marginando o
desvirtuando en cierta medida su auténtica filosofía y derivándola hacia
derroteros mágicos y cabalísticos, postura ésta defendida por algunos lulistas
de la época como Ivo Salzinger, el
cisterciense Raimundo Pascual, el
franciscano Bartolomé Fornés, etc.
Una obra sirvió como referente para configurar esa
imagen del Llull alquimista, el Liber de
Secretis naturae, obra “pseudoluliana”,
fomentó y ayudó a divulgar aquella imagen de alquimista y de una medicina
vinculada a la alquimia, en la línea de lo que otros autores como Bernardo Lavinheta o Pico Della Mirandola desarrollarían
posteriormente hasta convertir a Llull en un “mago hermético”. A lo largo del
siglo XVII encontramos este tipo de referencias en obras de médicos y
boticarios que daban por hecho la vinculación existente entre Lull y la Quintaesencia.
UN ESBOZO DEL ARTE LULIANO
El cómputo de la obra escrita original de Llull
alcanza los 280 títulos; son textos escritos en catalán, latín, occitano y
árabe, siendo aquellos escritos filosóficos, teológicos y metafísicos, los que
deben conformar el término lulismo,
aunque ya desde un principio hubo lulistas más interesados en su Ars
combinatoria; por tanto, podemos afirmar que el lulismo doctrinal es
filosofía, teología y metafísica
que se pueden aplicar a todo tipo de arte, ciencia o religión.
En líneas generales, existe una idea global en su
obra, una idea unitaria que el mallorquín trató de plasmar una y mil veces y que
podemos denominar como Ars Lulliana o Arte Luliano, un sistema
filosófico-teológico que aplica conceptos básicos de las tres religiones
monoteístas de su época sometiéndolos a discusión para poder entablar un debate
con la finalidad de convencer a musulmanes y judíos de los verdaderos misterios
del Cristianismo, siempre a través de argumentos. Podemos afirmar que todo el conjunto
de la obra luliana gira en torno al Arte,
en el que integra la religión, la filosofía, la ciencia, la moral y el orden
social como fórmula ideal para la conversión de infieles y de conocimiento
universal.
Pero en el siglo XVIII, el lulismo abstrae conceptos
del Arte y los traslada a la filosofía del momento para buscarles nuevas
utilidades bajo el amparo de la Universidad
Luliana, una institución mallorquina que garantizaba
y justificaba sus contenidos a la vez que mantenía la pureza doctrinal adaptada
al esquema ideológico ilustrado; una operación intelectual de gran audacia y
complejidad.
El
modo de trabajo de aquel lulismo tradicional se basaba en procesos
combinatorios que permitían encontrar respuestas a cualquier planteamiento de
carácter religioso o científico, algo parecido a un sistema de conocimiento
universal, una “máquina de pensar” que iba más allá de los planteamientos
epistemológicos de la tradición escolástica y que debería ser adecuada para
llevar a la práctica la idea de Llull de establecer escuelas donde enseñar el Cristianismo
por todo el mundo, disponiendo de una herramienta fiable como el Ars luliana, que posibilitaba el
análisis de los objetos motivo de estudio desde un punto de vista lógico y
metafísico. Pero no todo estaba tan claro en el siglo XVIII porque ya a partir
del siglo XVI era patente la fusión entre lulismo y “alquimia pseudoluliana”, una
actividad practicada en no pocas ocasiones por los propios lulistas.
El sistema luliano efectivamente reconocía la
posibilidad de una “transmutación”, no planteada como una transmutación
metálica, sino planteada como una “transmutación teológica”, es decir, la
transformación de los vicios en virtudes pero, como tal transmutación, este
concepto abre la puerta a otras transmutaciones aunque no existe en su obra el
concepto alquimista, a pesar de que ciertos lulistas trataron posteriormente de
aplicar su Arte a la transmutación de los metales, siempre a raíz del conjunto
de obras “pseudolulianas” aparecidas en el transcurso de los siglos XVI y XVII,
no en las obras lulianas propiamente, ya que el mismo Llull reconocía la
imposibilidad de la transmutación de los metales en algunas de ellas.
Ejemplo práctico del Ars luliana, a base de discos concéntricos para la combinación de términos.
A pesar de aparecer algunas ediciones de obras
lulistas en los siglos XIV, XV y XVI, no fue hasta la recopilación y edición
llevadas a cabo en la ciudad alemana de Maguncia, Edición Maguntina, Mainz (1721-1742), cuando se consiguió recoger
en ocho volúmenes una gran parte de la misma, por tanto, podemos dudar
seriamente de la originalidad de todo aquel corpus de obras atribuidas al
mallorquín en los siglos posteriores a su muerte.
Ejemplo práctico del Ars luliana, a base de discos concéntricos para la combinación de términos.
De nuevo en el siglo XVIII podemos reconocer un
lulismo interesado en recuperar y resaltar la obra filosófica del Beato como
herramienta para desarrollar una ciencia universal, pero no pudo sacar este proyecto adelante
porque el método escolástico empleado para su
enseñanza no le permitió enfrentarse a la nueva ciencia que caracterizaba la
segunda mitad del siglo XVIII, en plena Ilustración, aunque no debemos olvidar
la afición alquimista que, en privado, mostró el insigne Isaac Newton.
La
alquimia luliana recurrió al sistema combinatorio de origen luliano que se
apoyaba en una serie de letras y símbolos. En este sentido, fue muy recurrido
el Testamentum (Teoría, Práctica y el Libro de los Mercurios), que mostraba
una alquimia oculta, integrada en la filosofía natural, pero que, sabiamente
practicado, permitiría alcanzar el conocimiento en cualquier ciencia.
El culto al
Beato Ramón Llull era defendido por algunos franciscanos, cistercienses y jesuitas,
a la vez que era atacado insistentemente por los dominicos. Entre los
defensores lulistas figuran los franciscanos Bartolomé Fornés[4]
o el cisterciense Antonio Raimundo
Pasqual.
Entre los “antilulistas”
cabe destacar al eminente benedictino Benito
Feijoo, que expuso sus planteamientos contra los lulistas y alquimistas en
varios capítulos de su Teatro Crítico
Universal así como en las Cartas
Eruditas y Curiosas.
Hemos visto, por tanto, que a la hora de entender la
filosofía de aquellos lulistas es importante discernir entre los postulados de
Llull en la Edad Media y lo que en el siglo XVIII se entendía por alquimia y
alquimia luliana, en el sentido de conseguir la transmutación de los metales,
eliminada ya la base filosófica que sustentó inicialmente sus doctrinas.
Entiendo que la tradición manuscrita de obras
alquimistas atribuidas a Llull se remonta a unos pocos
escritos de la primera mitad del siglo XIV. Por ejemplo, dos obras comúnmente atribuidas
a Llull, como el Testamentum (circa
1332) vinculado al Codicillus trata
el tema del elixir alquímico y sus aplicaciones. Por su parte, el Liber de Secretis naturae seu de quinta
essentia, trata sobre la destilación de alcohol con finalidades
alquimistas. Con éstas y otras obras se evidencia que, al poco de fallecer
Llull, ya se le vinculaba con la tradición alquimista a través de textos
alquímicos apócrifos que fueron apareciendo en el transcurso de los siglos, un corpus alquímico que fue integrando todo
tipo de obras y autores hasta el siglo XVIII, pero fue, sin duda el siglo XIV
la época en que la tradición lulista quedó unida a la alquimia pseudoluliana[5] y se comenzaban a valorar
las tres obras pseudográficas
reseñadas anteriormente, el Testamento, Codicilo y De Secretis Naturae.
A partir del siglo XVII la alquimia experimentó una
evidente decadencia; poco a poco la ciencia experimental (pensemos en Descartes, Newton, Bacon, Boyle…) fue desplazando o, más bien,
desbancando las ideas de Paracelso
y, por ello, desde el siglo XVII circulaban textos manuscritos con un contenido
alquimista pero vacíos de su esencia original.
Aun así, ese lulismo llegó hasta la siguiente
centuria en la cual, como ya he apuntado, la idea de una obra alquimista de
Llull fue defendida por los lulistas Salzinger
y Bartolomé Fornés en la Edición Maguntina, que incorporó finalmente 48 de las 280 obras de
Llull; aquel lulismo de Mainz, bajo la dirección de Ivo Salzinger, optó por la tradición alquimista del lulismo, opción
que defendió el propio Salzinger en
sus obras Perspicilia Lulliana
Philosophica y Revelatio Secretorum Artis,
incluidas en el primer volumen de la Edición, (1721).
EL LULISMO DESDE EL SIGLO XVIII A LA
ACTUALIDAD
Fue muy destacado el repunte de lulismo en el siglo
XVIII, cuando fueron editadas las obras del mallorquín en los ocho volúmenes de
la Edición Maguntina, pero de
la misma época era el denominado Colegio
de la Sapiencia, que basaba su sistema didáctico en la Doctrina Pueril de Llull. Aquel
lulismo universitario del siglo XVIII, quizá demasiado sujeto a la tradición
escolástica, no pudo progresar y competir con la nueva ciencia basada en la
razón al no ofrecer interpretaciones modernas de las doctrinas lulistas y ello
le llevó a una lógica desaparición.
Actualmente las obras latinas de Llull están
editadas como Raimundi Lulli Opera latina
(ROL)[6] formando parte del Corpus Christianorum Continuatio Medievalis,
editado por la editorial belga Brepols, pero ya en 1985 se llevó a cabo la
compilación de toda la obra de Llull bajo la denominación de Selected Works of Ramón Llull, Princeton
Univ. (1985) por el investigador Anthony Bonner, editor de la revista Studia Lulliana, donde el lector
interesado en profundizar en la auténtica doctrina luliana encontrará textos
originales, comentados por expertos en la materia.
Por mi parte, creo que no dispongo de la formación
necesaria para ir más allá que este artículo en el que he intentado desligar la
figura y obra de Ramón Llull de todo el corpus pseudoluliano que secularmente
se le ha atribuido.
Dr. Miguel Alvarez Soaje
[1]El lulismo del siglo XVIII no
sólo involucró a grupos de intelectuales o religiosos mallorquines sino que se
extendió por toda España y resto de Europa pero las referencias más destacadas
las buscaron nuestros lulistas en Alemania. En el Archivo Diocesano de Palma se
conservan varias obras de carácter lulista editadas o reeditadas a mediados del
siglo XVIII, entre otras, el Liber de
Levitate et Ponderositate elementorum (1752), Ars Medicinae (1752), el Compendium
Artis demonstrativae (1722), Scientia
abscondita elucidata sive theses generalis ex D. Raymundi Lulli, (1733) y
varios manuscritos, entre ellos uno de 427 páginas, más 18 de índice que pudo
servir para la edición del Blanquerna
en castellano, en 1749. Ello evidencia que el interés por esta doctrina no
había decaído cinco siglos después del fallecimiento de Llull.
[2]Véase
al respecto Trías Merchant Hermenéutica y lenguaje en la filosofía lulista
del siglo XVIII. En http://biblioteca.universia.net/irARecurso.do?page=http%3A%2F%2Fdialnet.unirioja.es%2Fservlet%2Foaiart%3Fcodigo%3D2330407&id=26957541
J.
Santanach i Suñol, Les definicions lul.lianes del ms 11559 de la Biblioteca
Nacional de Madrid.
[4] Dialogus inter amatorem veritatis et discipulum lullianae doctrinae y
Teologia demostrativa universa pla et
perfecta B. Raymundi Lulli.
[5] Como apunta López Pérez, op.cit.,
hay constancia de al menos 34 obras atribuídas a Llull que fueron escritas
antes del siglo XVI. La atribución de textos alquímicos a Llull se debe a
lulistas que practicaron la alquimia y ello dio lugar a la edición de obras
alquímico-lulianas, principalmente en Alemania a partir del siglo XVI.
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