ALQUIMIA Y LULISMO EN EL SIGLO XVIII

En este artículo hago una aproximación al lulismo del siglo XVIII y su relación con la alquimia, una cuestión que abordé en mayor profundidad en mi tesis doctoral en 2012: Antonio y Anselmo Arias Teixeiro; dos lulistas gallegos en el siglo de la Ilustración.

¿RAMÓN LLUL ALQUIMISTA?

Desde luego que no. Una cosa es alquimia y otra Ramón Llull y el Lulismo como doctrina filosófica que desde la Edad Media llegó hasta el siglo XVIII en plenas facultades mentales. Lulismo NO es alquimia aunque muchos lulistas de los siglos XVII y XVIII creyeron en una alquimia luliana. No sé si me explico. El propio Llull entendía su Arte no sólo como un mecanismo lógico capaz de generar todo tipo de cuestiones y respuestas ante el mundo que nos rodea, sino como un sistema de explicación del mundo que ofrecía alcanzar, tanto el conocimiento, como el amor y servicio a Dios por medio de una serie de aspectos vinculados con la creación del mundo, la ciencia, etc. El Arte de Llull es un sistema que conecta el conocimiento científico con la filosofía, como corresponde a la época en la que vivió,  para dar explicaciones claras sobre la creación y el Creador, y poder, así, convencer de su error teológico a judíos y musulmanes. Ni más ni menos.

Aquellas teorías filosóficas inicialmente propuestas por Llull en la Edad Media, llegaron al siglo XVIII remodeladas como resultado de un conjunto de obras esotéricas, muchas de ellas anónimas y manuscritas, que en el transcurso de los siglos se atribuyeron al mallorquín, incorporando nuevas interpretaciones, simbología y contenidos muy distintos de los originales y, es por ello que se pueden encontrar tantas interpretaciones de su Arte. Es evidente que desde el siglo XVI ese “pseudolulismo” superó ya el interés despertado por la auténtica doctrina luliana y en el XVIII la asociación lulismo-alquimia era ya un hecho en ciertos ambientes científicos europeos.

Ejemplar del primer tomo de la Edición Maguntina, recopilatorio de la obra de Llull en el s.XVIII

 La complejidad de esta cuestión que desde el siglo XIV llegaba al XVIII con gran auge y numerosos seguidores[1], nos obliga a ofrecer una visión general que sirva para ilustrar el ambiente de duros enfrentamientos que tenían lugar en la isla de Mallorca y el resto de España a lo largo del siglo XVIII, entre detractores y seguidores de las doctrinas lulistas y, por otro lado, entre alquimistas y lulistas, en el cual los lulistas pasaron a ser calificados despectivamente como heterodoxos o tradicionalistas. Quizá, como refiere el monje cisterciense Antonio Raymundo Pascual en su Vindiciae Lullianae, el origen del antilulismo era un problema lingüístico, debido a la ignorancia o al deficiente estudio de la terminología luliana, una terminología característica, complicada, que empleaba vocablos procedentes de la teología y la lógica, gracias a la cual consiguió Llull crear una unidad coherente de la naturaleza[2]. El mismo Pascual en otra de sus obras[3] desarrolla una tesis luliana entremezclada con ideas aportadas por Descartes y Leibniz.

¿ENTONCES, ERA O NO ERA LLULL ALQUIMISTA?

La imagen que nos ha llegado hasta la actualidad es una mezcla confusa de estos dos términos, alquimia y lulismo, surgida cuando no se conocían con claridad cuáles habían sido las obras realmente escritas por Ramón Llull (1232-1316) en la Edad Media ya que en los siglos XV y XVI apareció un elenco de títulos de diferentes obras atribuidas a Llull y fueron esas obras las que configuraron la imagen de un Llull alquimista, marginando o desvirtuando en cierta medida su auténtica filosofía y derivándola hacia derroteros mágicos y cabalísticos, postura ésta defendida por algunos lulistas de la época como Ivo Salzinger, el cisterciense Raimundo Pascual, el franciscano Bartolomé Fornés, etc.

Una obra sirvió como referente para configurar esa imagen del Llull alquimista, el Liber de Secretis naturae, obra “pseudoluliana”, fomentó y ayudó a divulgar aquella imagen de alquimista y de una medicina vinculada a la alquimia, en la línea de lo que otros autores como Bernardo Lavinheta o Pico Della Mirandola desarrollarían posteriormente hasta convertir a Llull en un “mago hermético”. A lo largo del siglo XVII encontramos este tipo de referencias en obras de médicos y boticarios que daban por hecho la vinculación existente entre Lull y la Quintaesencia.

UN ESBOZO DEL ARTE LULIANO

El cómputo de la obra escrita original de Llull alcanza los 280 títulos; son textos escritos en catalán, latín, occitano y árabe, siendo aquellos escritos filosóficos, teológicos y metafísicos, los que deben conformar el término lulismo, aunque ya desde un principio hubo lulistas más interesados en su Ars combinatoria; por tanto, podemos afirmar que el lulismo doctrinal es filosofía, teología y metafísica que se pueden aplicar a todo tipo de arte, ciencia o religión.

En líneas generales, existe una idea global en su obra, una idea unitaria que el mallorquín trató de plasmar una y mil veces y que podemos denominar como Ars Lulliana o Arte Luliano, un sistema filosófico-teológico que aplica conceptos básicos de las tres religiones monoteístas de su época sometiéndolos a discusión para poder entablar un debate con la finalidad de convencer a musulmanes y judíos de los verdaderos misterios del Cristianismo, siempre a través de argumentos. Podemos afirmar que todo el conjunto de la obra luliana gira en torno al Arte, en el que integra la religión, la filosofía, la ciencia, la moral y el orden social como fórmula ideal para la conversión de infieles y de conocimiento universal.

Pero en el siglo XVIII, el lulismo abstrae conceptos del Arte y los traslada a la filosofía del momento para buscarles nuevas utilidades bajo el amparo de la Universidad Luliana, una institución mallorquina que garantizaba y justificaba sus contenidos a la vez que mantenía la pureza doctrinal adaptada al esquema ideológico ilustrado; una operación intelectual de gran audacia y complejidad.

El modo de trabajo de aquel lulismo tradicional se basaba en procesos combinatorios que permitían encontrar respuestas a cualquier planteamiento de carácter religioso o científico, algo parecido a un sistema de conocimiento universal, una “máquina de pensar” que iba más allá de los planteamientos epistemológicos de la tradición escolástica y que debería ser adecuada para llevar a la práctica la idea de Llull de establecer escuelas donde enseñar el Cristianismo por todo el mundo, disponiendo de una herramienta fiable como el Ars luliana, que posibilitaba el análisis de los objetos motivo de estudio desde un punto de vista lógico y metafísico. Pero no todo estaba tan claro en el siglo XVIII porque ya a partir del siglo XVI era patente la fusión entre lulismo y “alquimia pseudoluliana”, una actividad practicada en no pocas ocasiones por los propios lulistas.

El sistema luliano efectivamente reconocía la posibilidad de una “transmutación”, no planteada como una transmutación metálica, sino planteada como una “transmutación teológica”, es decir, la transformación de los vicios en virtudes pero, como tal transmutación, este concepto abre la puerta a otras transmutaciones aunque no existe en su obra el concepto alquimista, a pesar de que ciertos lulistas trataron posteriormente de aplicar su Arte a la transmutación de los metales, siempre a raíz del conjunto de obras “pseudolulianas” aparecidas en el transcurso de los siglos XVI y XVII, no en las obras lulianas propiamente, ya que el mismo Llull reconocía la imposibilidad de la transmutación de los metales en algunas de ellas.

Ejemplo práctico del Ars luliana, a base de discos concéntricos para la combinación de términos
 A pesar de aparecer algunas ediciones de obras lulistas en los siglos XIV, XV y XVI, no fue hasta la recopilación y edición llevadas a cabo en la ciudad alemana de Maguncia, Edición Maguntina, Mainz (1721-1742), cuando se consiguió recoger en ocho volúmenes una gran parte de la misma, por tanto, podemos dudar seriamente de la originalidad de todo aquel corpus de obras atribuidas al mallorquín en los siglos posteriores a su muerte.

De nuevo en el siglo XVIII podemos reconocer un lulismo interesado en recuperar y resaltar la obra filosófica del Beato como herramienta para desarrollar una ciencia universal, pero no pudo sacar este proyecto adelante porque el método escolástico empleado para su enseñanza no le permitió enfrentarse a la nueva ciencia que caracterizaba la segunda mitad del siglo XVIII, en plena Ilustración, aunque no debemos olvidar la afición alquimista que, en privado, mostró el insigne Isaac Newton.

La alquimia luliana recurrió al sistema combinatorio de origen luliano que se apoyaba en una serie de letras y símbolos. En este sentido, fue muy recurrido el Testamentum (Teoría, Práctica y el Libro de los Mercurios), que mostraba una alquimia oculta, integrada en la filosofía natural, pero que, sabiamente practicado, permitiría alcanzar el conocimiento en cualquier ciencia.

El culto al Beato Ramón Llull era defendido por algunos franciscanos, cistercienses y jesuitas, a la vez que era atacado insistentemente por los dominicos. Entre los defensores lulistas figuran los franciscanos Bartolomé Fornés[4] o el cisterciense Antonio Raimundo Pasqual.

Entre los “antilulistas” cabe destacar al eminente benedictino Benito Feijoo, que expuso sus planteamientos contra los lulistas y alquimistas en varios capítulos de su Teatro Crítico Universal así como en las Cartas Eruditas y Curiosas.

Hemos visto, por tanto, que a la hora de entender la filosofía de aquellos lulistas es importante discernir entre los postulados de Llull en la Edad Media y lo que en el siglo XVIII se entendía por alquimia y alquimia luliana, en el sentido de conseguir la transmutación de los metales, eliminada ya la base filosófica que sustentó inicialmente sus doctrinas.

Entiendo que la tradición manuscrita de obras alquimistas atribuidas a Llull se remonta a unos pocos escritos de la primera mitad del siglo XIV. Por ejemplo, dos obras comúnmente atribuidas a Llull, como el Testamentum (circa 1332) vinculado al Codicillus trata el tema del elixir alquímico y sus aplicaciones. Por su parte, el Liber de Secretis naturae seu de quinta essentia, trata sobre la destilación de alcohol con finalidades alquimistas. Con éstas y otras obras se evidencia que, al poco de fallecer Llull, ya se le vinculaba con la tradición alquimista a través de textos alquímicos apócrifos que fueron apareciendo en el transcurso de los siglos, un corpus alquímico que fue integrando todo tipo de obras y autores hasta el siglo XVIII, pero fue, sin duda el siglo XIV la época en que la tradición lulista quedó unida a la alquimia pseudoluliana[5] y se comenzaban a valorar las tres obras pseudográficas reseñadas anteriormente, el Testamento, Codicilo y De Secretis Naturae.

A partir del siglo XVII la alquimia experimentó una evidente decadencia; poco a poco la ciencia experimental (pensemos en Descartes, Newton, Bacon, Boyle…) fue desplazando o, más bien, desbancando las ideas de Paracelso y, por ello, desde el siglo XVII circulaban textos manuscritos con un contenido alquimista pero vacíos de su esencia original.

Aun así, ese lulismo llegó hasta la siguiente centuria en la cual, como ya he apuntado, la idea de una obra alquimista de Llull fue defendida por los lulistas Salzinger y Bartolomé Fornés en la Edición Maguntina, que incorporó finalmente 48 de las 280 obras de Llull; aquel lulismo de Mainz, bajo la dirección de Ivo Salzinger, optó por la tradición alquimista del lulismo, opción que defendió el propio Salzinger en sus obras Perspicilia Lulliana Philosophica y Revelatio Secretorum Artis, incluidas en el primer volumen de la Edición, (1721).

 

EL LULISMO DESDE EL SIGLO XVIII A LA ACTUALIDAD

Fue muy destacado el repunte de lulismo en el siglo XVIII, cuando fueron editadas las obras del mallorquín en los ocho volúmenes de la Edición Maguntina, pero  de la misma época era el denominado Colegio de la Sapiencia, que basaba su sistema didáctico en la Doctrina Pueril de Llull. Aquel lulismo universitario del siglo XVIII, quizá demasiado sujeto a la tradición escolástica, no pudo progresar y competir con la nueva ciencia basada en la razón al no ofrecer interpretaciones modernas de las doctrinas lulistas y ello le llevó a una lógica desaparición.

Actualmente las obras latinas de Llull están editadas como Raimundi Lulli Opera latina (ROL)[6] formando parte del Corpus Christianorum Continuatio Medievalis, editado por la editorial belga Brepols, pero ya en 1985 se llevó a cabo la compilación de toda la obra de Llull bajo la denominación de Selected Works of Ramón Llull, Princeton Univ. (1985)  por el investigador Anthony Bonner, editor de la revista Studia Lulliana, donde el lector interesado en profundizar en la auténtica doctrina luliana encontrará textos originales, comentados por expertos en la materia.

Por mi parte, creo que no dispongo de la formación necesaria para ir más allá que este artículo en el que he intentado desligar la figura y obra de Ramón Llull de todo el corpus pseudoluliano que secularmente se le ha atribuido.

                                                                                                                Dr. Miguel Alvarez Soaje

 




[1]El lulismo del siglo XVIII no sólo involucró a grupos de intelectuales o religiosos mallorquines sino que se extendió por toda España y resto de Europa pero las referencias más destacadas las buscaron nuestros lulistas en Alemania. En el Archivo Diocesano de Palma se conservan varias obras de carácter lulista editadas o reeditadas a mediados del siglo XVIII, entre otras, el Liber de Levitate et Ponderositate elementorum (1752), Ars Medicinae (1752), el Compendium Artis demonstrativae (1722), Scientia abscondita elucidata sive theses generalis ex D. Raymundi Lulli, (1733) y varios manuscritos, entre ellos uno de 427 páginas, más 18 de índice que pudo servir para la edición del Blanquerna en castellano, en 1749. Ello evidencia que el interés por esta doctrina no había decaído cinco siglos después del fallecimiento de Llull.
[2]Véase al respecto Trías Merchant Hermenéutica y lenguaje en la filosofía lulista del siglo XVIII. En http://biblioteca.universia.net/irARecurso.do?page=http%3A%2F%2Fdialnet.unirioja.es%2Fservlet%2Foaiart%3Fcodigo%3D2330407&id=26957541
J. Santanach i Suñol, Les definicions lul.lianes del ms 11559 de la Biblioteca Nacional de Madrid.
[3]Antonio Raimundo Pascual, Examen de la crisis del Padre Maestro Don Benito Feijoo, Madrid, 1750.
[4]              Dialogus inter amatorem veritatis et discipulum lullianae doctrinae y Teologia demostrativa universa pla et perfecta B. Raymundi Lulli.
[5]              Como apunta López Pérez, op.cit., hay constancia de al menos 34 obras atribuídas a Llull que fueron escritas antes del siglo XVI. La atribución de textos alquímicos a Llull se debe a lulistas que practicaron la alquimia y ello dio lugar a la edición de obras alquímico-lulianas, principalmente en Alemania a partir del siglo XVI.
[6]              www.corpuschristianorum.org

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