ALQUIMIA Y METALURGIA EN GALICIA SEGÚN UN MANUSCRITO DEL SIGLO XVIII.


A lo largo del siglo XVIII, paralelamente a muchos científicos destacados de nuestro país, hubo un destacado grupo de intelectuales que llevaron a cabo estudios más modestos o con menor proyección, pero que revisten, igualmente, gran interés en la Historia de la Ciencia porque ponen de manifiesto que un sector de la sociedad del siglo XVIII se decantaba por el nuevo paradigma científico, disponía de libros y tenía la capacidad de escribir y opinar sobre los mismos, con mayor o menor acierto. A ese patrón responden los hermanos Anselmo y Antonio Arias Teixeiro, miembros de una familia de la hidalguía rural gallega del siglo XVIII, que participaron, con mayor o menor acierto en la nueva forma de entender la ciencia mediante el uso de los sentidos, la experiencia y la razón, dejando un fondo manuscrito de gran interés sobre temas tan variado como la alquimia luliana y el estudio de la formación de los metales. Esa ciencia, en la cual todo tenía cabida, no descartaba nada por inverosímil que pudiera parecer de antemano, desde la existencia de niños con dos cabezas a la posibilidad de crear oro a partir de otros metales; en este sentido la mítica figura de Ramón Llull alquimista, alejada de sus verdaderos postulados del siglo XIII, tuvo su huevo en la ciencia del siglo XVIII. 

En la imagen adjunto muestro uno de los escritos sobre el estudio de los metales y su relación con la obtención de Oro.

En Galicia entre los ilustrados hay nobles y burgueses pero también clérigos pero todos ellos escribiendo sobre una temática muy variada, más de lo que cabría esperar, en parte, debido al atraso cultural y económico en que se encontraba Galicia en aquella época.

De los dos hermanos, el menor, Antonio Arias Teixeiro tuvo acceso a obras de carácter científico desde su labor como cura párroco en Santa María de Vilar de Ordelles (Esgos- Ourense) y fue un ferviente y declarado lulista, llevando a cabo estudios y escritos sobre la figura y obra de Ramón Llull, para lo cual se trasladó a Mallorca durante dos años de la mano del lulista franciscano Bartolomé Fornés, con quien, incluso, llegó a planear un viaje de estudios a la ciudad alemana de Maguncia, en donde en los años 20 de aquella centuria el lulista alemán Ivo Salzinger llevaba a cabo la recopilación y edición de la obra completa del beato mallorquín.

A lo largo del siglo XVIII el lulismo experimentó un destacado resurgimiento de la mano de la orden franciscana, principalmente en la isla de Mallorca. Visto como una herramienta novedosa, se entendía que su aplicación sobre cualquier campo de la ciencia podía tener el mismo éxito que siglos atrás había demostrado en el campo de la filosofía y la religión y, por ello, fue retomado por numerosos autores a lo largo del siglo XVIII. Por otro lado, las doctrinas propuestas por Llull en la Edad Media habían llegado  desvirtuadas o desvinculadas de su esencia primitiva, falsamente emparejadas a una alquimia que sirviera, esencialmente, como herramienta para obtener oro. Numerosas obras alquimistas publicadas a lo largo de los siglos XVII y XVIII vinculaban este “arte” con los escritos medievales de Ramón Llull.

ORO EN LA COMARCA DE O CARBALLIÑO

Desde la antigüedad, Galicia ha sido una región de gran interés en la extracción de oro, un oro que se presenta normalmente en yacimientos primarios y secundarios. Entre estos últimos se encuentran los cauces de los ríos en los que, tradicionalmente, se ha extraído este metal; entre ellos, Montefurado, en el río Sil, es el más conocido pero también los ríos Lor y Miño han sido fuentes auríferas durante siglos. Más interés tienen los yacimientos primarios, representados por las minas de oro de As Médulas.

La comarca de O Carballiño (Ourense) se encuentra situada sobre una zona denominada “línea de cizalla”, unas formaciones geológicas que permiten deformaciones del terreno, dando lugar a brechas aptas para deposición de sulfuros auríferos. Entre los yacimientos de oro del área de O Carballiño las mineralizaciones auríferas se localizan en filones de cuarzo próximos al contacto norte y noroccidental del macizo granítico de Boborás, siendo el máximo exponente de estos yacimientos las minas de Brués, que fueron explotadas desde antiguo y hasta los años 70 del siglo XX, sin olvidar el denominado Puzo do Lago, en el Ayuntamiento de Maside, un paraje similar a las Médulas del Bierzo, donde también los romanos extrajeron oro a principios de nuestra era.

Imagen del entorno de la aldea de Cabanelas (O Carballiño)

El hermano mayor, Anselmo Arias Teixeiro describe en sus escritos varias formaciones geológicas donde observa diferentes tinturas metálicas, como en determinadas piedras o en viejos muros, lo cual le lleva a sospechar la presencia de metales y tinturas de diferentes naturalezas, entre ellos el oro. Es posible, como hemos apuntado ya, que la existencia de varios antiguos filones de oro en los alrededores de la aldea de Cabanelas, (O Carballiño), de donde eran naturales ambos hermanos Teixeiro, despertase en ellos el interés por el oro y las técnicas para su obtención, lo que les llevaría a encontrarse con la alquimia y, a través de ésta, con la obra del Llull alquimista, una imagen que se popularizó a lo largo de los siglos XVII y XVIII, lo cual llevó a una prolongada polémica a lo largo del siglo XVIII entre defensores y detractores del Llull alquimista. Los dos hermanos, principalmente el menor, muestran en este punto su filiación y su vinculación con la alquimia luliana, una actividad que el beato mallorquín no llegó a practicar y que, someramente, apuntó en algunas de sus obras, a pesar de lo cual, la numerosa bibliografía aparecida a lo largo del siglo XVII llevó a muchos a ver en Llull uno de los más importantes alquimistas medievales, tal como hemos apuntado ya.

 Posiblemente Teixeiro se dedicó al estudio de los metales por su estrecha vinculación con la alquimia, defendiendo la idea, generalizada en ciertos sectores científicos de principios del siglo XVIII, de la formación de los metales, (entre ellos el oro) en el interior de la tierra por acción del agua, ya que ésta, filtrada en el seno de las diferentes tierras, daría lugar a los diferentes tipos de metales. En esta línea se expresaban un siglo antes el jesuita alemán Atanasius Kircher y el cisterciense español Juan Caramuel. Contemporáneo de Teixeiro fue el salmantino Diego Torres Villarroel, que llevó a cabo estudios sobre el interior de la tierra y la formación de los minerales, siguiendo la estela marcada por el ya mencionado Kircher.

Otro interesante campo científico tratado por Teixeiro es la disolución de los cuerpos sólidos; en este sentido, entendía que estos cuerpos sólidos lo son porque sus “poros” están más “apretados”, como sucede en el Oro y, por ello, el Azogue que disolviera a este metal habría de ser un elemento muy sutil, muy fino, para poder penetrar esos espacios y desligar el metal. En este campo refiere el método empleado por “Helmoncio” (van Helmont) para “inquirir” el Alchaest, sin olvidarse, también, de los escritos de Robert Boyle acerca de la naturaleza de los gases.  

Finalmente, entre los manuscritos de Teixeiro encontramos un texto relacionado con la construcción de lo que podría ser una estructura para efectuar destilaciones o manipulaciones de metales. De la escueta descripción de la pieza entendemos que podría tratarse de una pequeña torre de destilación formada por varios cuencos de volúmenes diferentes. El escrito, en el que se refieren los nombres de personas de su entorno, está redactado en noviembre de 1755, unos meses antes de su fallecimiento en la aldea de Cabanelas:

Notta ho die Novembris, 26 de 1755.

Diego de Misiego y Simón de Cameija, herreros; saber de D. Pedro Jazinto, quién le trahe el carbón para el brasero y de Argoutiño, por quien me remitió aquel de roble primero. Tener presente y bien hecho de guijarro bien blanco, fino y bueno de Toro nuestro Vaso de Fermentación, hecho en forma de almirez, cuyo borde superior suba dos o tres dedos sobre la copa inferior. La coppa del vaso primero lleve desde el borde superior abajo (…) cuartillo y medio. La del segundo, tres cuartillos, la del tercero, seis, la del cuarto, doce, la del quinto, 24. (El) borde superior de cada vaso tenga de alto dos o tres (…), en ancho, uno o menos.
                                                                                                  Dr. Miguel Alvarez Soaje

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